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Motivar en tiempos de crisis

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Siempre he dicho que los buenos líderes se descubren en los momentos difíciles: cuando todo parece hundirse a nuestro alrededor surgen cual faro que nos guía y nos lleva, en volandas, a tierra firme. Ante la tormenta se yerguen seguros, confiados y con el temple necesario para capear el temporal. Parecen no tener miedo al mal tiempo cuando todos estamos temblando. Desafían al viento y surcan las olas que, a ellos, parecen acariciarles mientras a los demás nos golpean, una y otra vez, sin que podamos evitarlo. Y, en esos casos, capitanean expertamente el timón hasta acompañarnos al puerto más seguro.

¿Cómo conseguir ser ese líder, ese salvador del barco que zozobra, que va a la deriva? Cuando todo va bien y el mar está en calma es fácil ser ese faro, pero cuando las cosas se tuercen: ¿cómo liderar cuando parece que todo se va a pique? ¿Cómo motivar al equipo en tiempos de crisis?

Hay multitud de variables externas que influyen en la economía y en la sociedad que no podemos manejar y que inciden, irremediablemente, en nuestras organizaciones".

crisis A estas alturas ya sabes que no puedes controlarlo todo. Hay multitud de variables externas que influyen en la economía y en la sociedad que no podemos manejar y que inciden, irremediablemente, en nuestras organizaciones. Cuando esto ocurre y nos asaltan imprevistos imposibles de vaticinar, encarar la situación resulta, como poco, retador.

Vivimos momentos convulsos, así que gestionar y motivar en tiempos de incertidumbre es algo con lo que los líderes del presente se encuentran cada día. Tiempos donde tenemos que mantener la mente más despierta que nunca y donde nuestros instintos, nuestros conocimientos y nuestra experiencia deben entrar en juego a su máxima potencia. Y no podemos perder, porque perder no es una opción: hay demasiado en riesgo.

Hay varias formas de encarar estas situaciones, pero de todas ellas creo que la más inteligente es capear el temporal como decía al inicio. Negar la realidad solo retrasa lo inevitable, así que reaccionar, no dejarse llevar por el pánico, mantenerse firme, con la moral alta y accesible al equipo es lo más sabio. Porque en medio de esa vorágine de circunstancias hay una verdad incuestionable: sin equipo no hay empresa. Por eso en momentos como éste. ellos deben ser tu prioridad.

Así que para empezar voy a pedirte que, por un momento, te pongas en su lugar. Si debido a las condiciones adversas que atravesáis tú tienes miedo, imagínate cómo estarán ellos: vivir sin saber si mañana va a haber empresa a la que regresar o en la duda constante de si voy a tener empleo hace imposible que puedan trabajar en las condiciones que necesitáis en este momento. Por no hablar de la tortura psicológica que implica y que afectará negativamente a su salud emocional. Y así resulta imposible trabajar, producir y rendir.

Nuestra primera labor es la comunicación para la acción. Habla con el equipo de manera transparente y honesta, sin resultar alarmista".

Lo más probable, de hecho, es que estén paralizados, esa es una de las primeras consecuencias del miedo. Por eso nuestra primera labor es la comunicación para la acción. Habla con el equipo de manera transparente y honesta, sin resultar alarmista, claro está. Para conseguirlo expón de manera clara y sencilla lo que realmente está pasando, con hechos y datos concretos, sin juicios de valor. Pero, ojo, no puedes quedarte sólo en eso, y centrarte únicamente en el problema: tienes que dar a conocer también qué planes tenéis para combatir la situación, cómo vais a superarla y qué medidas vais a tener que poner en marcha y cual será su alcance. Explícales, además, qué se espera de ellos, que tienen toda tu confianza, y que juntos saldréis de esto más fuertes.

sacrificio empresaPor otro lado, tienes que darles también la oportunidad de que pregunten, de que te muestren sus miedos porque será la mejor manera de poder despejarlos y combatirlos. Y, sobre todo, un consejo importante: no mientas. Ya sé que he dicho que no seas alarmista, pero eso no te da carta blanca para decir cosas que sabes que no podrás cumplir. Dar la cara dice mucho de ti y ayudará a los demás a saber qué esperar y por tanto adaptarse a la nueva situación más rápidamente.

Vamos a ponernos en la peor de las situaciones: no poder pagar sus sueldos. Lo primero, como hemos dicho, no lo escondas y comunícalo. Si crees que eso puede ayudar a la empresa a que salga adelante de un bache puntual y tenéis un plan que creéis que puede funcionar, háblalo con el equipo y que sepan la que se les viene encima. Explícales la medida que vais a adoptar, por qué vais a hacerlo, cómo se va a llevar a cabo y qué evolución prevista tiene dicha medida. Si saben lo que va a pasar podrán prepararse para el futuro inmediato, pero encontrarse de pronto con todas las facturas e hipoteca por pagar y que no te llegue el ingreso puede ser demoledor para la gente, así que afróntalo y pide su ayuda y su comprensión. Estoy segura de que si te ven con las ideas claras y la disposición adecuada conseguirás que sigan confiando en ti a pesar de la debacle que les estás comunicando.

Ten presente que en momentos tan duros como éste sale lo mejor del ser humano y también, por desgracia, lo peor, pero si lo haces bien la solidaridad se abrirá paso frente al egoísmo. Habrá gente del equipo a la que su economía personal les pueda permitir ese tiempo sin ingresos, pero otros no podrán asumirlo por mucho que quieran. Y tienes que saber distinguirlos y tratarlos. En este último caso tienes dos opciones: o les pagas (si puedes hacerlo y los demás están de acuerdo, de ahí lo de la solidaridad) o les das la opción de que se puedan buscar otro trabajo.

Una tercera opción podría ser que en lugar de dejar de pagarles el 100% de su salario a todos los trabajadores durante un tiempo, les puedas pagar un porcentaje de su sueldo, aunque eso implicará que se alargará en el tiempo. Díselo, acláraselo y deja que sean ellos quienes decidan: al fin y al cabo, es su vida.

En cualquier caso, como decía, esta es una medida absolutamente extrema así que no lo hagas si no ves que hay posibilidades de que vuestro plan de choque puede funcionar: si no puedes pagar las nóminas y además sabes que hagáis lo que hagáis estáis abocados al cierre la situación es otra muy distinta y por tanto no juegues con la vida de la gente ni con su dinero. Asúmelo, aprende de los errores, y afronta las consecuencias con valentía y honestidad. No hay más ciego que el que no quiere ver, que ese no sea tu caso.

Pero bueno, me esto poniendo en lo peor y espero sinceramente que la cosa no llegue a esto. Así que vamos a continuar con otro punto importante para motivar en tiempos de crisis: predicar con el ejemplo. Comunicar que en la empresa tenéis que apretaros el cinturón y a continuación irte de comilona no es muy buena idea, ¿no crees? O pedirle a los demás que se reduzcan temporalmente el sueldo y que tú cobres íntegra tu nómina tampoco ayuda.

Vigilar más que nunca tu comportamiento y hacer que sea ejemplar es imprescindible para conseguir que los demás arrimen el hombro ahora que más lo necesitáis".

Como líder tienes que ser el que más se sacrifique, y también el que menos se queje. ¿Es injusto? Pues sí, porque tú también eres humano y a lo mejor ni siquiera eres el dueño y eres un empleado más, pero recuerda que estás en una palestra donde todos te ven, eres el referente para los demás. Así que, aunque creas que nadie se va a enterar, lo harán, y las consecuencias serán catastróficas. Por eso, piensa bien lo que haces y no des lugar a que duden de ti. Vigilar más que nunca tu comportamiento y hacer que sea ejemplar es imprescindible para conseguir que los demás arrimen el hombro ahora que más lo necesitáis.

Está claro que, como decía antes, es injusto que tú no puedas quejarte. Y más cuando seguro que eres el que más presión estás soportando y el que, por tanto, más lo necesita. Claro que necesitas desahogarte, de hecho, es muy sano para tu salud mental y física que lo hagas. Lo que digo es que no lo hagas en la empresa: existen otras vías que puedes usar. Hazlo, pero en privado y sin que trascienda.

Algo que también funciona muy bien para motivar en tiempos convulsos es buscar una compensación. Quiero decir: sí, vale, no queda más remedio que reducir salarios, pero a cambio vamos a ser más flexibles con tu horario, o con los días de presencia, o vamos a ofrecerte más días libres. Esto no implica una relajación de las expectativas, porque te necesitamos al 200%, ni por supuesto que baje el rendimiento. De hecho, si se hace bien debería producir justo el efecto contrario y la productividad debería aumentar. Se trata, más bien, de un “win to win”: tú te sacrificas por la empresa y, en reconocimiento a ese esfuerzo extra que estás haciendo, la empresa te ofrece una mayor flexibilidad. Lo que no te pago en salario monetario lo hago en salario emocional. De hecho: ¿sabes que más del 70% de los trabajadores en España estarían dispuestos a cobrar menos a cambio de jornadas de trabajo más flexibles? Pues úsalo a tu favor, porque este debería ser uno de los revulsivos que ponga de nuevo a la empresa en órbita.

escuchar empleadosOtro punto a tener en cuenta es el reconocimiento laboral: tienes que premiar y felicitar a los que lo están haciendo bien. Por favor, invierte tiempo en esto (y no sólo en tiempos de crisis), porque es importante y hará que la gente se sienta más implicada en los objetivos y, por tanto, trabajará más y mejor. Todo elogio que haga a las personas sentirse satisfechas con su buen hacer y su gran desempeño hará que su motivación crezca y, con ella, que los resultados sean mejores. No tiene por qué llevarte tiempo, pero esos 5 minutos al día bien invertidos pueden valer más que un gran cheque. Un ejemplo sencillo: de vez en cuando envía un email de felicitación a toda la empresa por algo bueno que haya pasado (siempre hay cosas buenas, sólo tienes que buscarlas) y felicita a los empleados por el trabajo bien hecho. Tú te sentirás bien, y ellos se sentirán bien. Y ojo, que la clave aquí es que hay que hacerlo de vez en cuando, no una vez aislada. Si lo haces con asiduidad generarás un espíritu de positividad que se contagiará, correrá como la pólvora por toda la empresa, y creará una mejor atmósfera de trabajo. Y eso, a corto, medio y largo plazo, se mire por donde se mire, implica beneficios.

Algo que no suele hacerse y que también resulta muy motivador es darles a los empleados su propio espacio. Y digo que no suele hacerse porque dejar que los trabajadores hablen libremente suele producir miedo: normalmente porque creemos que van a ser todo críticas y eso es algo que no llevamos bien. Pero darles la oportunidad a los empleados de expresarse, de aportar valor, de decir abiertamente y sin cortapisas qué se hace mal, o, en positivo, qué se puede hacer mejor puede ser también un gran revulsivo para vuestra empresa. Que no te dé miedo: no se trata de un espacio donde la gente se queje de todo y de todos sino una palestra donde se expongan, de puertas para adentro, las posibles mejoras que se podrían implementar y, también, por qué no, las dificultades que se encuentran en su trabajo.

En una palabra, se trata de escucharlos. Porque lo que tienen que decir es importante para el proceso de mejora continua en el que estáis inmersos y que necesitáis que funcione para poder salir del pozo en el que estáis metidos. ¿Quien hay más adecuado que el que hace las cosas, para decirte cómo se podrían hacer mejor? Sé que si lo haces te sorprenderás: verás que no se trata de criticar por criticar (aunque es posible que al principio tengas que ayudarles para dirigir la reunión) sino que aporta, y mucho, a mejorar la calidad de vuestro trabajo. Además, si lo que te preocupa es que de esos espacios salgan nuevos objetivos que te supongan a ti más mochilas que cargar a tus espaldas, te equivocas: si los lideras bien puedes organizar equipos de trabajo que lleven a cabo los acuerdos a los que, por consenso, lleguéis. Ni siquiera tienen que ser los jefes de departamento los que se hagan cargo, puede ser cualquiera que veas que muestra interés y que veas que tiene la constancia para perseguir que se consiga el resultado. Si lo haces así, les darás a todos ese extra de motivación que tanta falta hace. Porque aportar algo positivo y ayudar a conseguir nuevas metas nos hace, a todos, sentirnos genial ¿a que sí? Pues úsalo también en tu beneficio.

Cuida y fortalece tu propia motivación personal. Tú eres el referente, el espejo en el que todos se miran, y, por tanto, no puedes fallar".

Y, por último, pero no menos importante: cuida y fortalece tu propia motivación personal. Ya lo hemos dicho: tú eres el referente, el espejo en el que todos se miran, y, por tanto, no puedes fallar. Si el faro se apaga el barco acabará en las rocas, y tú eres ese faro. La tripulación necesita que su capitán, es decir tú, esté atento para dar los golpes de timón que sean necesarios, y que serán los que los llevarán a buen puerto. Por eso, ahora que te necesitan más que nunca, tienes que estar ahí para ellos.

Pero todos somos humanos. Y nos cansamos. Mucho. Porque tirar de todos todo el tiempo es agotador. Créeme: te entiendo, lo sé, lo he vivido, y estoy aquí contigo, estoy aquí para ti. Por eso he dejado este punto para el final. Pero tengo que decirte que, si no te cuidas, si no trabajas en fortalecer los pilares que te hacen fuerte, si no descansas lo suficiente para coger más fuerzas, si no desconectas de vez en cuando del día a día y dejas que te absorba, si no te apoyas en algo y/o en alguien, no estarás en condiciones de aguantar. Y quiero que lo hagas. Y quiero que tengas éxito. Por eso te digo que es necesario, yo diría vital, que adquieras una serie de hábitos que te ayuden a mantener tu motivación personal. De ahí nacerán tus fuerzas.

Una idea para mantener tu motivación personal a tope puede ser conocer y escribir cuáles son tus razones para alcanzar tus metas personales. Con todos esos motivos diseña un cartel y ponlo en tu habitación, o en el baño, o en la cocina. Cualquier lugar donde puedas verlos y recordarlos cada día. De esta manera, cada vez que te sientas abrumado, angustiado o perdido, las palabras o las imágenes que hayas creado te darán aliento. No te olvidarás ni perderás el enfoque de tu camino.

Es esencial que mantengas la capacidad para ilusionarte. Por muy difícil que sea la situación en la que te encuentres debes seguir dejando volar tu imaginación, y tratar de transformar esos sueños en retos asumibles. Las metas que te propongas han de mantener despiertas tus ganas de salir adelante ante las adversidades, y te ayudarán a crecer, evolucionar y superar los obstáculos. Puedes tomarte unos momentos para reflexionar sobre ello, establecer un plan de acción y, ante todo, actuar sobre ellos. Eso te hará ganar motivación personal.

Date permiso para alegrarte y celebrar los pequeños logros que vayáis consiguiendo. Que estéis pasando un mal momento no significa que todo sea malo malísimo: incluso en la oscuridad hay luz. Así que cuando algo bueno pase, regálate algo (no tiene que ser algo material, puede ser tiempo, o la tarde libre, o un fin de semana de 3 días) y felicítate por lo que sea que hayáis conseguido, porque te brindará una dosis de motivación, entusiasmo y ganas de seguir con las metas que te has propuesto. ¿Sabes por qué? ¡Porque ya has demostrado que lo puedes conseguir! Y porque estáis un paso más cerca del final del túnel.

Recuerda: con la motivación adecuada todo es posible, incluso lo imposible.

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¿Por qué nos resistimos a delegar?

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Delegar no es una elección, es una necesidad. Todos lo sabemos, pero ¿lo hacemos? Y aún más importante: ¿lo hacemos bien? Delegar es uno de los retos más difíciles a los que cualquier persona que lidere un equipo tiene que hacer frente, y según mi experiencia, no siempre salimos victoriosos del lance. Hacerse cargo del trabajo de otros es complicado, y por eso, nos resistimos (a veces con uñas y dientes) a ello. Pero ten presente que tu capacidad para hacerlo puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de tu equipo.

Ten presente que tu capacidad para delegar puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de tu equipo".

Una de las primeras resistencias seguro que te suena: me cuesta mucho más explicarle a otro lo que hay que hacer que si lo hago yo. Esta es una de esas verdades que todos tenemos muy interiorizadas y que tenemos que combatir. Y no nos engañemos: todos la hemos dicho alguna vez (¡o incluso más!). La realidad es que sí, la primera vez que tienes que explicarle a alguien cómo hacer algo conlleva un gran esfuerzo. Pero una vez se lo has enseñado ya puede seguir haciéndolo y por tanto nos liberamos de trabajo para el futuro.

Voy a poner un ejemplo sencillo que creo que nos ayudará: ¿cuánto le cuesta tu hora de trabajo a la empresa? Espero sinceramente que mucho, porque tú lo vales. Y, por tanto: ¿cuánto le costaría a tu empresa cada fotocopia si te pones tú a hacerlas? Pues lo mismo pasa con otro tipo de tareas. Tu trabajo como líder es encargarte de hacer cosas que aporten valor al negocio, y delegar las que no lo hacen. Las que aportan valor son las que tú y sólo tú puedes hacer, las que hacen crecer vuestro negocio, por las que recibes ese magnífico salario que es mejor que el de los demás. Pero, si te dedicas a tareas que podría hacer cualquier otra persona no tendrás tiempo de pensarlas y llevarlas a cabo. Tu labor es cuidar y hacer crecer la empresa, y cualquier cosa que te distraiga de ese cometido es un error.

A continuación, me dirás: me roba mucho tiempo explicarle a alguien lo que hay que hacer, acabo antes si lo hago yo mismo. ¡Brrrrr! Otro error, y de los gordos. Estamos en el mismo bucle, porque ¿es que acaso tienes que hacerlo todo tú solo? ¿En qué te convierte eso sino en un esclavo del trabajo? Y, ¿es eso lo que quieres para tu vida y para tu empresa? Que lo hagas tú todo, solo, te aleja cada vez más del éxito porque no te permite avanzar. Y tampoco permite avanzar al equipo. Así que te pregunto de nuevo: ¿es eso lo que quieres?

Ten siempre presente algo muy importante cuando delegues: se delegan funciones, no responsabilidades".

Como estoy segura de que has contestado que no, vamos a continuar. Otra resistencia muy común que nos sirve para evitar delegar es: si le encargo esto a otra persona pierdo el control sobre el resultado. Soy consciente de que, como líder, para ti la sensación de que tienes todo bajo control es muy importante, es inherente a tu capacidad de liderazgo. Pero ten siempre presente algo muy importante cuando delegues: se delegan funciones, no responsabilidades. Esto no va de que le pases el trabajo a otros y que te desentiendas. Que te sientes en tu despacho, en silencio, a rezar para que nada se tuerza y todo salga bien. Nada más lejos de la realidad. Delegar implica que estés involucrado en el proceso y, por supuesto, en el resultado, pero dejando a otros hacer.

delegarCuando delegas tienes que establecer muy claros varios principios básicos: el trabajo a realizar, los objetivos, las expectativas. Tienes que saber transmitir el por qué, el para qué y el cómo. Además, tienes que conseguir que quien vaya a realizar el trabajo lo haga suyo y que comprenda la importancia y el alcance de éste. Pero también tienes que establecer un canal de comunicación con quien le hayas delegado el trabajo para ver cómo evoluciona, si necesita algo, si todo va como esperabais, si hay que hacer algún cambio o modificación.

Y digo establecer un canal de comunicación porque no se trata de que cada 5 minutos le preguntes cómo va: eso no es delegar (se me ocurre otro nombre para describirlo, pero no es políticamente correcto). Ni tampoco que esa persona te tenga que preguntar cada paso que da, porque eso sí que te robará tiempo y energía y solo reforzará tu creencia inicial de que delegar conlleva demasiado esfuerzo y que todo saldría mejor si lo hicieses tú directamente.

Si tienes un colaborador que se pasa todo el tiempo preguntándote qué hacer, devuélvele la pelota a su tejado con frases como: ¿tú qué harías? ¿Qué es lo que has pensado tú? ¿Se te ha ocurrido algo que podría mejorar el proyecto? ¿Estás encontrándote con alguna dificultad? ¿Cuáles son y cómo crees que podríamos resolverlas? De esta manera le estás transmitiendo que valoras y aprecias su opinión. Eso lo empodera y verás que cada vez serán muchas menos las veces que vaya a interrumpirte, porque va a saber que cuenta con todo tu apoyo y que confías en que podrá solucionar los problemas cuando se los encuentre.

Y esto me da paso para hablar de otra de las resistencias para evitar delegar. Atento, porque esta es de las importantes: no tengo nadie en quien delegar. Esto también te suena, ¿a que sí? Pues vamos a ello, y aviso, voy a ser dura en esta reflexión. ¿De verdad estás diciendo que entre todo el equipo de profesionales que te rodea, y que tú has escogido, no hay nadie capaz de hacer ese trabajo? ¿Es que acaso solo tú eres el “elegido” que, con su mente privilegiada, es el único en el universo que puede llevarlo a cabo con éxito? ¿Es que no hay nadie en quien confíes a quien puedas encargarle esa tarea? ¿Tan mal concepto tienes de tu equipo?

Que no tengas a nadie a quien consideres valioso en tu equipo como para delegar dice más de ti que de ellos".

En este punto, como decía, tengo que ser dura (te pido disculpas por adelantado): si no tienes a nadie en tu equipo en quien puedas delegar permíteme decirte que necesitas ayuda. Y urgente. Bien sea porque no sabes seleccionarlos, o porque no eres capaz de comunicarles los objetivos, o porque no sabes cómo detectar, atraer y retener el talento, pero algo importante está fallando. Porque que no tengas a nadie a quien consideres valioso en tu equipo como para delegar dice más de ti que de ellos, y, lo siento, pero no dice nada bueno.

Los humanos solemos encasillar a las personas. Si siempre los vemos haciendo lo mismo tendemos a pensar que no son capaces de hacer nada más que eso, pero ¿acaso les hemos dado la oportunidad de hacer otra cosa? Todos tenemos talentos, unos más a flor de piel, otros más ocultos, pero todos los tenemos. Y nuestro trabajo como líderes es potenciar y sacar el máximo partido de esos talentos de cada miembro del equipo.

Así que te toca hacer un esfuerzo, ver y analizar los puntos fuertes de cada uno, e intentar hacer las cosas de manera distinta. Piensa que delegar es un proceso. No tienes por qué hacer todo de golpe, puedes ir paso a paso, de menos a más e ir probando qué es lo que mejor funciona en vuestro caso, quien es bueno haciendo qué y cuándo y cómo. Al principio te supondrá un esfuerzo extra importante, pero, como en toda buena inversión, los beneficios, al final, son muchos.

Otra cosa que podría ocurrir, no sé si es tu caso, es que nos da miedo rodearnos de gente que nos puede hacer sombra. Alguien que con el tiempo pueda llegar a ser incluso mejor que nosotros mismos. O que sea tan bueno que pienso: para qué voy a invertir un montón de tiempo y esfuerzo en formarlo si es tan bueno que es muy probable que se vaya a la primera de cambio. Esta es fácil de responder, te voy a citar a uno de los empresarios a los que más admiro: Amancio Ortega. Supongo que sabes que es una persona con muchísimo mérito, ha conseguido algo absolutamente increíble, y lo ha hecho desde cero. Cuando en una ocasión, una persona cercana a mí le preguntó al señor Ortega cual consideraba que era la clave de su éxito como emprendedor, respondió: “siempre me he rodeado de personas que eran mejores que yo”. Ahí lo dejo.

El que tú lo hicieses distinto no significa que sea la única forma de hacerlo ni tampoco la mejor".

delegarLa siguiente resistencia es también muy común: yo lo habría hecho de otra manera. Pero ¿acaso no hay distintos caminos para llegar al mismo sitio? El que tú lo hicieses de distinta forma no significa que sea la única ni tampoco la mejor, es preferible que lo sepas. Y que alguien aporte algo nuevo y fresco puede ser de gran ayuda a vuestro equipo. Es más, mi consejo es que debes incentivarlo y promoverlo: probar cosas nuevas, atreverse, intentarlo, conseguirlo y alcanzarlo debe ser una prioridad para todos en la empresa. En este mundo tan ágil y que cambia de manera tan veloz la única manera de sobrevivir y acariciar el éxito es adaptarse y no lo vais a hacer si os quedáis inmóviles y siempre hacéis las cosas de la misma manera. Así que tienes que superar esto y hacerlo ya. Permite que otros aporten su granito de arena, aunque tú tuvieses otra idea en la cabeza. Tal vez tenga razón y, por otro lado, ¿has pensado alguna vez que no estás en la posesión absoluta de la verdad? Pues déjame decirte que no lo estás. Sí, aciertas muchas veces, la mayoría, por eso estás donde estás, pero ¿y si…? Las posibilidades son infinitas, dales una oportunidad a los demás para que las aporten.

Y ahora vamos a por la última de las resistencias que, a mi modo de ver, nos impiden delegar con éxito. Tienes que reconocerlo: te gusta hacer ese trabajo. Hay cosas que, aunque sabemos que no aportan valor, nos gusta hacerlas, nos sentimos bien haciéndolas, y, además, inconscientemente muchas veces, nos sirven de excusa para no tener que hacer otras que no nos gustan tanto. Esto, siendo sinceros, también te pasa ti ¿verdad? Es normal: todos tenemos nuestras pequeñas debilidades, pero tengo que decírtelo: los buenos líderes son los que las superan y se hacen más fuertes a pesar de ellas.

Entiendo que todos necesitamos un respiro: es imposible rendir al 120 % durante 8 horas seguidas (como ves soy bien pensada y no he supuesto que trabajas 10 ó 12 horas cada día, cosa bastante probable si no delegas). Así que puedes darte algún capricho y conservar alguna de esas tareas que te encantan, pero escógelas bien y que no sean demasiadas: que no resulte que te entierras en cosas improductivas que te impidan hacer lo que mejor sabes, llevar a tu equipo a lo más alto de su capacidad.

Superar estas resistencias que todos tenemos, es el primer paso para poder estar en disposición de delegar bien. Por supuesto, a todo esto, hay que añadir que tienes que saber escoger qué y en quién delegar, cómo comunicarlo e incentivarlo, hacer un buen seguimiento del progreso y dar el feedback pertinente, y compartir el resultado del éxito con todos, así como reconocer públicamente el mérito de los que se lo hayan ganado. Pero esto lo comentaremos en un próximo artículo del blog: Cómo delegar con éxito.

sobrevivir fracaso

Cómo sobrevivir al fracaso

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Sólo el Papa es infalible, así que ni tú ni yo lo somos. Por eso vamos a fracasar alguna vez, incluso más de una y más de dos. Pero debo ser sincera: personalmente, mi tolerancia al fracaso es casi nula. Sí, soy así de torpe, y echo por tierra una de las soft skills que ahora más se buscan. Pero ¿sabes qué? No me arrepiento porque creo que el que no me guste fallar no me hace menos talentosa, incluso, al contrario: creo que demuestra fortaleza, otra soft skil que sí tengo a montones y creo (eso espero) que compensa la anterior.

Con esta confesión de entrada no parezco la persona más apropiada para hablar de cómo sobrevivir al fracaso, pero permíteme decirte que te equivocas. Que no me guste fracasar no significa que no lo haya hecho. Y que no lo haya superado. Porque solo el que hace cosas fracasa y yo soy muy de hacer cosas y no esperar a que sucedan. Así que he fracasado. No mucho, por suerte, pero lo he hecho. Y me he levantado más fuerte y, quiero pensar, más sabia.

sobrevivir fracasoHace años el que era mi jefe me dijo que para aprender tenía que equivocarme y fallar, que él asumía que los errores eran una parte de mi trabajo y de mi salario, y debo reconocer que en aquel momento odié esa idea con todas mis fuerzas, y pensé: ¿por qué tengo que estrellarme para hacer mejor mi trabajo, con lo que duele? ¿No sería más fácil aprender por las buenas, no por las malas? Porque, no te voy a engañar, sentir que has fallado es duro y difícil de digerir. Y yo no lo entendía, o no quería entenderlo.

En aquel momento mi error había llevado a que la empresa perdiera muchos miles de euros, y eso, no me dejaba dormir. Fue un error por desconocimiento, por inexperiencia, eso es cierto, pero era algo que no podía consentir, que no me entraba en la cabeza. Y le dí vueltas, y vueltas y más vueltas, hasta que conseguí deshacerme del rechazo, la angustia y la desazón que me carcomían por dentro por haber fallado, y me recompuse. Y empecé a pensar en cómo podía hacer para compensarlo. No paré de buscar de dónde podía sacar ese dinero que yo, y solo yo, había hecho que la empresa perdiese. Y no paré hasta que lo encontré. Y lo hice con creces, créeme. Compensé esa pérdida multiplicada por varias cifras.

¿Significa eso que si yo no hubiese fallado no hubiese encontrado ese filón que nos hizo ganar mucho más que antes? Personalmente quiero pensar que no, porque sigo sin querer entender que para ser mejores tengamos que pasarlo mal, pero ¿quién sabe lo que pudo haber sido y no fue? Siempre he sido, también, muy de buscar nuevas formas de hacer las cosas así que quiero pensar que habría encontrado el camino sin haberme estrellado. Pero es posible que confunda el deseo con la realidad.

En todo caso, y aunque no nos guste (voy a asumir que a ti tampoco te gusta fracasar) tenemos que ser conscientes de que va a pasar: vamos a caer en algún momento, vamos a fallar en algún momento. Y el batacazo puede llegar a ser de proporciones épicas: tener que poner fin a tu proyecto.

¿Qué hacer a partir de aquí? ¿Qué hacer cuando todo lo que tenías se ha ido a pique?

Lo primero: desahógate. Grita, chilla, peléate con el mundo, revélate. Tienes todo el derecho del mundo a sentirte frustrado, enfadado, triste, decaído, vencido, y tienes que dejarlo salir. Vacíate. Del todo. Que no quede nada dentro de ese mal rollo.

Eso sí: no te regodees en el fracaso, no te hundas, no te revuelques en el fango, porque tocar fondo es fácil, pero salir de ahí es muy, muy difícil. Para todo hay un tiempo, así que ¡no te pases! Sí, te dejamos que te reveles contra todo y contra todos durante un tiempo prudencial porque lo necesitas para recuperarte, pero a partir de ahí vamos a recomponernos y vamos a salir a luchar, más fuertes.

La culpa siempre es compartida y reconocerlo no te hace más débil, al contrario: te hará más fuerte, aunque ya te adelanto que dolerá".

Ahora que ya te has desahogado y has pasado el duelo toca reflexionar: ¿qué ha salido mal? Y, por favor, cuando te hagas esta pregunta por nada del mundo te engañes. La culpa no es solo del mercado, del equipo, de la crisis, de la competencia (a veces desleal). La culpa siempre es compartida y reconocerlo no te hace más débil, al contrario: te hará más fuerte, aunque ya te adelanto que dolerá.

Aquí quiero hacer un alto en el camino que creo que es muy importante. A lo largo de mi carrera profesional me he encontrado con un montón de personas fantásticas, y muchas de ellas han pasado, también, y a pesar de ser excepcionales, por situaciones en las que han fracasado. Porque el que hace cosas se equivoca, es una ley universal, y ya dije antes que soy muy de hacer cosas, por eso suelo rodearme de gente que también es así.

Pero a lo que iba: puedo contar con los dedos una mano los que han reconocido sus errores. De ese montón, solo unos pocos han tenido la valentía de confesarse (y confesarme): “aquí y aquí he metido la pata”. Parece que venimos de serie con un escudo protector que rechaza cualquier responsabilidad sobre lo que ha salido mal y, ¡qué casualidad!: nunca es culpa nuestra. La lista de excusas (o explicaciones) es infinita. He oído de todo, te lo aseguro.

Sí, el mercado ha cambiado, pero tú no has sabido leerlo y adaptarte. Sí, el equipo no era el más adecuado, pero fuiste tú el que los seleccionó para tu proyecto, y no me vale eso de “era lo que había”, porque podrías haber seguido buscando, no haberte conformado. Sí, la crisis es global, pero no tenías el colchón que toda empresa necesita por si las moscas, porque no lo habías previsto. Sí, la competencia ha sido demasiado dura y ha jugado sucio, pero tú no lo has visto venir, y no has saltado los obstáculos que iban poniendo en el camino porque los ignoraste.

¿De qué sirven las excusas? Entiendo que, al principio, con lo mal que lo estás pasando, te ayuden, pero, a la larga: ¿de qué te sirven? ¿Qué te aportan? Vale, al principio me ayudan porque asumir que no ha sido culpa mía es más fácil que admitir que he fallado, pero ¿me ayudan a aprender, o solo son un mecanismo de defensa? ¿De verdad que en el fondo de tu mente no hay una lucecita roja que se enciende y te dice que te estás mintiendo a ti mismo?

Pues no la ignores, porque no es bueno ni sano que lo hagas, y es uno de los primeros pasos para superar el fracaso: reconocerlo. Insisto: reconocer tus errores no te hace más débil. Vivimos en una sociedad donde tenemos la presión constante de ser y parecer fuertes, de ser constantemente los mejores, de ser perfectos. Pero no somos perfectos, nadie lo es, y no pasa nada porque te tomes un descanso: será el descanso del guerrero, y, en este momento en el que tenemos que rearmar nuestras defensas, debemos saber con qué armas contamos. Así que no te escondas, por favor, y repite conmigo: he metido la pata, me he equivocado, he fracasado.

¿A que no te ha explotado la cabeza ni te ha salido un sarpullido? Te lo dije: no pasa nada por reconocerlo, y con este pequeño gran paso estamos mucho más cerca de superar lo que ha ocurrido. Es más, confiesa: ¿a que en el fondo te sientes mejor? Sí, lo sé, es liberador, así que ¡de nada! y gracias a ti por ser tan valiente. ¡Estoy orgullosa de ti!

Cuando reconozcas que has fracasado va a ocurrir algo para lo que es posible que no estés preparado: vas a quedarte solo".

Otra cosa importante es que cuando reconozcas que has fracasado va a ocurrir algo para lo que es posible que no estés preparado: vas a quedarte solo. Si, muchos de esos a los que se les llenaba la boca con halagos y buenas palabras hacia ti y hacia tu proyecto es muy posible que desaparezcan, que huyan cual fantasmas, y eso, también duele.

Fíjate en los fans de los equipos de fútbol: cuando su equipo gana dicen “ganamos”. Pero cuando su equipo pierde dicen “perdieron”, como si ya no fuese con ellos la cosa. O en los políticos (ya lo sé, no suelen ser ejemplo de nada bueno, pero para esto nos puede valer): en las recientes elecciones a la Comunidad de Madrid el PSOE tuvo un gran fracaso, y ¿quién estaba con Angel Gabilondo, el candidato que el partido había designado, cuando tuvo la valentía de reconocer públicamente la derrota? Busca la foto: estaba solo. De hecho, es curioso ver cómo a su alrededor se creó un círculo de vacío donde el resto del equipo se situó a varios pasos de distancia. ¡Si hasta parecía que oliese mal, por Dios!

Siento tener que ser yo quien te lo diga, pero debes saber que la gente te va a decepcionar para que estés preparado. No es algo personal, no tiene que ver contigo, es algo que pasa, por desgracia. Incluso las personas más cercanas, en las que más confiabas, volarán, se esfumarán. Y cuenta que es muy probable que oigas muchas veces eso de “te lo dije”, que no te ayuda en nada y que pretende descargar en ti toda la responsabilidad de lo que ha pasado. Y sí, es tu responsabilidad, pero no es toda tuya. Tú lo sabes y yo lo sé. Que ellos no lo asuman no debe preocuparte: si solo están en los buenos momentos y en los malos te abandonan y te culpan, no se merecen ese aprecio que les tenías. Así que, simplemente: ignóralos. No te aportan nada. O nada bueno, quiero decir.

sobrevivir fracasoY ahora vamos a continuar. Estábamos en la parte en la que decía que tenemos que reflexionar y saber dónde hemos fallado para poder corregirlo, recomponernos, y salir de nuevo a comernos el mundo. Porque eso es lo siguiente: vamos a volver a intentarlo y vamos a tener éxito, que ya hemos tenido bastante de lo contrario. Pero para llegar ahí aún falta un poquito, ten paciencia.

Te voy a dar pistas que creo que te pueden ayudar para reconocer los errores cometidos. Estas son, según los expertos, las principales causas de los fracasos empresariales:

  1. Un deficiente servicio y/o una mala atención al cliente.
  2. Una mala gestión administrativa y financiera, que suele venir, sobre todo, de asumir costes excesivos.
  3. La falta de planificación estratégica, y/o de marketing y ventas.
  4. La escasa capacitación tanto de los directivos como de los colaboradores.
  5. Dejar en manos de un tercero una de las partes más importantes del negocio.
  6. Conflictos entre socios.
  7. La idea: que el producto o servicio no cubra una necesidad real del mercado
  8. La falta de innovación: que seamos más de lo mismo.
  9. Falta de estrategia en recursos humanos y gestión del talento.
  10. Subestimar a la competencia.
  11. La mala gestión.
  12. Pocos recursos.
  13. Crecer más rápido de lo que puedes asimilar.
  14. Depender de uno o pocos clientes.
  15. Dejar de intentarlo: rendirse.

Solo el 25 % de los negocios que se emprenden alcanza los quince años o más"

Es posible que falte alguna, pero con esto cubrimos cerca del 95 % de las causas que llevan, a las empresas y a los proyectos, a fracasar, sobre todo en sus primeros años de vida, que suelen ser los más duros. Y espero que te ayude saber que no eres el único (ya se sabe, mal de muchos, consuelo de tontos, pero consuelo, al fin y al cabo): el 21,5 % de los negocios no consiguen sobrepasar la barrera del primer año; casi la mitad de ellos fracasan durante los primeros cinco años; y el 65 % durante los primeros diez años en el mercado. Es decir que solo el 25 % de los negocios que se emprenden alcanza los quince años o más. Es muy difícil tener éxito con un primer proyecto: de hecho, si tuvieras la oportunidad de conocer a 100 emprendedores famosos y les preguntaras si triunfaron en su primera empresa, estoy segura de que 99 te dirían que no.

Descorazonador, lo sé, pero esto no va a asustarnos a estas alturas. Solo quiero hacerte ver que no eres tú, que no eres el problema, que es normal, por desgracia, que esto pase, y que por mucho que duela (no me canso de repetirlo) cuando nos toca a nosotros, no tienes que regodearte en la idea de que eres el peor empresario del mundo, o el peor líder de proyectos del mundo, porque no lo eres.

De hecho, eres digno de admiración. Y dirás ¿a qué viene esto a estas alturas, después de un montón de párrafos donde no has hecho otra cosa que hablar de fracaso, caer, fallar: acaso me estás queriendo hacer la pelota? Pues no, insisto: eres digno de admiración, y mucho. ¿Sabes por qué? Porque lo has intentado, porque has dado un paso adelante, porque has tenido un sueño y lo has perseguido, porque has sido valiente, porque has creado empleo y riqueza en tu entorno. Y sobre todo porque has hecho lo que muchos piensan pero no se atreven. Y eso, para mí, es digno de admiración.

Creo que con esto es con lo que te tienes que quedar: lo has intentado, no ha salido bien por X causas, de las que has aprendido (porque no te has engañado, como ya hablamos), pero estás orgulloso de, por lo menos, haberte puesto en pie. Muchos ni siquiera lo intentan, y algunos ni siquiera eso han conseguido. Cuando llegas a este punto, has pasado de fase: lo has aceptado. ¡Bien hecho! Estás en el buen camino. Además, no todo ha sido malo, seguro que has conseguido muchos logros y has hecho muchísimas cosas buenas. Quédate con eso: con lo bueno, con todo lo que te ha aportado la experiencia.

sobrevivir fracasoUna vez asumido el fracaso, toca dar el siguiente paso: recomponerse. Y para esto, como estás en horas bajas, es posible que precises ayuda. Necesitas un pilar, un bastón en el que apoyarte en estos momentos, que te permita volver a levantarte. Ese pilar pueden ser tu familia, o tus amigos, pero también puede ser otra cosa. Hace poco leí un artículo donde el autor afirmaba que su bastón para superar los baches era su fisioterapeuta, que, según decía, hacía milagros con él. Curioso, ¿verdad? Todos hemos oído historias de gente a la que un viaje con una ONG a un país desfavorecido le cambió la perspectiva de su existencia. O puedes contactar con un coach que te ayude a reconducir tu vida.

Me resulta imposible saber qué podría ayudarte a ti en concreto, pero sí sé que debes buscar algo, un ancla que te ayude a volver a la tierra desde el submundo del fracaso, que te permita volver a respirar y te ayude a hacerte más fuerte. Algo que consiga que vuelvan tu energía y tus ganas, tu alegría y tu optimismo. Algo que te traiga de vuelta.

Y con todo eso es el momento de volver al ruedo. Además, esto ya lo has hecho. Piensa: cuando estás enseñando a tu hijo a montar en bici y se cae, ¿qué le dices? ¿Que no vuelva a subirse nunca más porque es un artefacto del demonio y se romperá la crisma? ¿O le vuelves a subir inmediatamente, le das feedback para corregir sus errores, consejos que le ayuden a conseguir mejorar su equilibrio, y le empujas para que vuelva a intentarlo? Pues esto es lo mismo: nos hemos caído de la bici, nos hemos hecho algún chichón y nos hemos raspado las rodillas y los brazos, pero ya sabemos qué nos hizo caer y nos hemos curado, así que es el momento de volver a montar.

Sí, da miedo, lo sé. Escribirlo es muy fácil, pero hacerlo no lo es tanto. Pero es lo que tienes que hacer. No sirve de nada que te encierres en ti mismo, que te regodees en lo que ha pasado, que te flageles mentalmente por lo que podría haber sido. Además, ten en cuenta que si tú sufres los que te quieren lo hacen contigo. Por mucho que trates de disimular, lo ven y lo sienten. Así que hazlo por ti, hazlo por ellos. Levántate e inténtalo de nuevo. Porque ¿y si esta vez sale bien? Ahora sí: el éxito te espera.

despedir respeto

¿Cómo despedir con respeto a un miembro de mi equipo?

despedir respeto

Prescindir de un trabajador respetándolo como persona.

Por desgracia, tengo amplia experiencia en despedir, pero quiero pensar que esa experiencia me ha enseñado las claves de despedir con respeto.

Es algo duro, que te deja varios días sin dormir, y dándole vueltas a la cabeza (muchas vueltas).

Primero pensando en si es la decisión adecuada, y segundo, intentando definir cómo hacerlo bien.

Buscando la manera de herir lo mínimo posible la autoestima de esa persona de cuyos servicios voy a prescindir.

Pero si algo he tenido claro en estos casos es que por muy desagradable que sea para mí ese trago, para la persona despedida lo es un millón de veces más.

Así que siempre me he regido por una máxima, despedir con el máximo respeto hacia la otra persona.

Los motivos para respetar y para despedir.

Sea lo que sea lo que haya motivado el despido, ten presente que esa persona necesita volver a trabajar.

Por lo tanto hay que tratar de que se vaya con la cabeza lo más alta posible.

Necesitará de todas sus fuerzas para volver a empezar, así que tenemos que intentar no arrebatárselas del todo.

Y digo sea cual sea el motivo, porque, aunque haya hecho algo muy grave debemos ser conscientes de que todos tenemos un mal día, todos tenemos un momento de debilidad.

Eso no nos convierte en malas personas (o mejor dicho en malos trabajadores), para siempre, por lo tanto no se puede esperar que vaya a hacer lo mismo en el siguiente trabajo.

Las personas cometemos errores muy graves, eso sí, pero al fin y al cabo errores.

Despedir no es cerrarle la puerta de su futuro.

Todos somos humanos, y en ocasiones la ignorancia, la arrogancia, la falta de carácter, el compañerismo mal entendido, o simplemente la mala cabeza, nos llevan a donde no deberíamos haber ido nunca.

Sí, ha metido la pata, hasta el fondo, pero ¿quiénes somos nosotros para condenar el futuro laboral de nadie?

También entiendo que no puedas mirar para otro lado y tengas que tomar una decisión tan drástica como es prescindir de un miembro de tu equipo.

Tienes un equipo que liderar y hay cosas que no se pueden permitir.

Porque ser líder tiene una parte muy bonita: motivar, implicar y desarrollar personas es genial.

Pero liderar también implica tomar decisiones difíciles.

Y no es justo para el resto del equipo que a alguien se le permitan cosas que a los demás no. O que otros tengan que hacer su trabajo porque no puede o no quiere hacerlo.

(si quieres saber más acerca de esto hay varios artículos sobre el tema aquí)

Despedir con respeto para que busque su lugar.

Manteniendo a alguien en un puesto que no le corresponde, no le haces ningún favor.

Llamadme optimista, pero siempre he pensado que lo bueno siempre está por venir y que hay un lugar adecuado para cada persona, y si ese no es el suyo, aunque no lo vea en ese momento, no es bueno para él.

Sé que la gente tiene miedo al cambio, y por supuesto sé que quedarse sin ingresos de repente es un golpe muy muy duro.

Pero también sé que todos, más tarde o más temprano, encontramos nuestro camino.

Antes o después aparece el lugar de trabajo que nos hace feliz y en el que encajamos a las mil maravillas, aunque nos hayan obligado a extender las alas y volar para hallarlo.

Eso, a medio y largo plazo, es bueno para esa persona, aunque en el momento le cueste mucho verlo.

despedir respeto

Cómo ayudar a alguien del que debes prescindir.

Ayudarle a conseguir visualizar que en su futuro encontrará algo más adecuado a su perfil debe ser uno de nuestros objetivos cuando efectuemos el despido.

No es fácil.

Tenemos que escoger con mucho cuidado las palabras adecuadas.

Que la persona despedida no se quede con la idea de que le estás diciendo que prescindiendo de sus servicios le estás haciendo un favor.

Porque no es así.

Y no es eso, para nada, lo que queremos transmitir.

Despedir con respeto identifica a los buenos líderes.

Comprobarás que estoy dando por sentado que no te equivocas con la dura decisión que has tomado.

Y lo hago porque confío en ti y en tu criterio.

A ningún líder le gusta despedir, pero normalmente en estos casos las señales de lo que debes hacer son enormes, y leerlas para ti, como buen líder que eres, es fácil.

Además, se supone que has hecho todo lo necesario para darle la vuelta a la situación.

Que no puedes trasladar a esa persona a otro puesto, o a otra parte de la empresa.

Si es así y no queda más remedio que despedir a alguien, vamos a hacerlo con respeto.

Cuando tienes claro que una persona debe ser despedida lo peor que puedes hacer es demorar la situación. Esa nunca es una buena decisión».

¿Cómo despedir a alguien mostrándole respeto?

No demores la situación.

Mi experiencia me dice que cuando tienes claro que una persona debe ser despedida lo peor que puedes hacer es demorar la situación.

Esa nunca es una buena decisión, porque lo único que va a pasar, y, créeme, lo sé por que me ha pasado demasiadas veces, es que la situación vaya a peor.

Nunca, en ninguna circunstancia, ha mejorado.

Y hablo del 100 % de los casos, así que si lo tienes claro aborda el tema y prepárate para efectuar un despido.

Retrasarlo solo lo hará todo más difícil: para él, para el equipo y para ti.

Aspectos legales del despido relacionados con el respeto al trabajador.

Una vez tomada la decisión lo primero que tienes que hacer es tener en cuenta los aspectos legales del despido.

Hacerlo y hacerlo bien implica unos pasos que en ningún caso te puedes saltar porque podrían implicar un despido nulo.

Y eso es un lío monumental porque te obligará a volver a readmitir al trabajador y como comprenderás, eso no va a resultar fácil para él ni para el resto.

No sería tener en cuenta la dignidad de ese trabajador.

Volver a un sitio donde te han dejado claro que no te quieren solo acarreará problemas para todos.

Por tanto, asesórate con un buen equipo de abogados y ten muy claros los pasos legales a seguir sin saltarte ni uno.

¿Qué decir para despedir con respeto?

Ahora llega el momento clave: la charla.

Mi primer consejo es que te prepares mental y sentimentalmente para esa conversación.

No puedes hacer esto en un hueco entre reuniones o llamadas de teléfono.

Estamos hablando de algo que afectará gravemente a la vida de esa persona y eso se merece que te tomes tu tiempo y que pongas en ello todos tus sentidos.

Y digo que te prepares también sentimentalmente porque no es algo fácil: por muy duro que seas (o que te lo hagas), sabes que vas a comunicarle algo que pondrá su mundo del revés y hacerlo te afectará a ti y también al equipo.

Por eso si tu objetivo es despedir con respeto a esa persona que ha compartido parte de su vida contigo y tu equipo prepárate conscientemente para lo que debes hacer.

Todas las personas con las que nos relacionamos nos despiertan algún tipo de sentimiento, por pequeño que sea, y créeme, todos ellos aflorarán en ese momento como un torbellino que te estrujará el corazón.

Y el que lo esperes no lo hará más fácil pero sí puede ayudarte a sobreponerte y poner todo tu empeño en hacer esto lo mejor posible.

Y lo más importante: puede y debe prepararte para hacerle el trago al despedido más llevadero.

Las personas primero, aunque tengan que irse.

Porque tu prioridad en este momento debe centrarse en él.

Es él, la persona despedida, la que más pierde en esto.

Aunque estés convencido de que él se lo ha buscado piensa que vas a abrir un enorme abismo bajo sus pies.

Así que ponte en su lugar.

Cada persona es un mundo, y debes conocer a tu interlocutor para poder adaptarte a lo que necesita oír en este caso.

Hay quien no quiere que se le den vueltas a las cosas y que se lo digas rápido y sin rodeos ni circunloquios.

Pero también hay quien espera comprensión, cariño y que le cojas de la mano para no caerse de la impresión.

¿Qué decir para mostrar respeto durante el despido?

Tienes que ser claro, directo y explicarte bien desde el principio.

No puede quedar ninguna duda de que el despido es efectivo desde ese mismo momento, y que no hay nada que pueda hacer o decir para evitarlo.

Así que empieza por ahí.

Para decir eso no tienes porque ser hiriente, o cruel.

Claro que debes ser transparente y sincero, pero el cómo se dicen las cosas es casi tan importante como el qué se dice.

Y este es uno de los momentos donde esto es enormemente importante, porque la sensibilidad está a flor de piel.

Evita en todo momento hacerle sentir avergonzado por no haber dado la talla».

Busca la manera de hacerte entender, y evita en todo momento hacerle sentir avergonzado por no haber dado la talla, porque no haya hecho un buen trabajo, porque no haya cumplido con vuestras expectativas o porque ha cometido una falta grave.

Ahora ya no sirve de nada, y aunque debemos aprender de nuestros errores podemos hacerle ver la situación desde el punto de vista positivo y no echarle a él toda la responsabilidad de lo que ha pasado.

Ten presente que eso es así: que alguien falle en la empresa no es solo culpa suya.

Tal vez no deberíamos haberlo seleccionado, o tal vez nuestro nivel de exigencia es demasiado alto, o tal vez nuestros controles han fallado y han permitido que se cometiera una enorme negligencia.

Pero que alguien no sea la persona adecuada para el puesto no es solo responsabilidad suya.

Todos nos hemos encontrado con gente que por mucho que se esfuerza y deja toda la carne en el asador no encaja, y eso, como digo, no es culpa suya.

Pero sí es quién paga los platos rotos.

Prescindir de alguien no es buscar culpables.

Cuando digo que no hay nada que pueda hacer o decir para evitar el despido es porque lo que no puedes permitir es que la comunicación del despido se convierta en una discusión.

La decisión ya está tomada y no beneficia a nadie que os enzarcéis en quién dijo o hizo qué y cuándo lo hizo.

Eso no lleva a ninguna parte, o sí: a que los dos acabéis con un enfado monumental, os gritéis a pleno pulmón y asustéis con vuestra batalla dialéctica al resto del equipo que os contemplará atónito.

Ahora nada de eso es pertinente: déjale explicarse, o incluso que repita las excusas de siempre.

Tiene todo el derecho del mundo a desahogarse y debes permitirle hacerlo, pero no entres al trapo.

Por tu parte lo que toca es que le agradezcas la labor que ha realizado, porque seguro que algo ha hecho bien, y que recuerdes todo lo positivo que ha aportado a la empresa y al equipo, que seguro que también lo hay.

Sacar a la luz todos los fracasos que han llevado a tomar esta fatídica decisión solo harán que la persona se sienta atacada, herida y le provocarás un resentimiento que no traerán nada bueno para nadie.

La vida es larga y el mundo un pañuelo y podéis volver a encontraros en el camino.

Deja la puerta abierta a que puedas ayudarle en su nueva búsqueda de trabajo, pero sólo si crees que lo merece y realmente estás dispuesto a hacerlo».

No le crees falsas expectativas ni te comprometas a nada que no puedas cumplir.

Ayúdalo a continuar su viaje.

Una forma de arrimar el hombro sería que le proporciones una carta de recomendación.

Es una forma de hacerle saber que le apoyas en el futuro que emprende y que esto solo es una piedra en el camino que podrá superar y que tienes toda la intención de ayudarle a hacerlo.

¿Crees que esto se ha acabado?

Pues no: hay que comunicar al equipo que esa persona ya no forma parte de él.

Y al hacerlo hay que ser muy cuidadoso, porque como decía al principio esa persona tiene que poder seguir adelante, abrirse camino en otro sitio, y no tiene porque estar pagando por un error el resto de su vida.

Así que, otra vez insisto, no lo condenemos.

No explicar abiertamente los motivos que han llevado a prescindir de esa persona nos puede hacer quedar como el malo de la película.

Pero si eres un buen líder los que te conocen y trabajan contigo sabrán que si lo has hecho es porque tenías motivos sobrados para ello.

Quizá no sepan qué pasó exactamente pero si les demuestras cada día tu buen juicio, tu justicia y tu generosidad confiarán en ti y en tu criterio.

Despedir con respeto para ser mejores líderes.

Hablar mal de alguien con quien hemos trabajado, aunque tengamos razones y pruebas para hacerlo, no te hace mejor líder.

Pregúntate, ¿qué ganas con ello?

Hacer leña del árbol caído no trae nada bueno, para nadie, y todos tenemos que pasar página de lo que ha pasado y seguir adelante.

Ese es mi consejo, es lo que yo siempre he hecho en estos casos, y la verdad, me ha ido bien.

Con la mayoría de la gente que he tenido la desgracia de despedir me han unido lazos incluso de amistad y de buenos deseos mutuos a lo largo del tiempo.

¿Y sabes otra cosa muy importante?

A todos les ha ido bien, y yo me he alegrado por ellos muchísimo.

Y sé que ellos se alegran también de mis éxitos y me lo hacen saber.

Porque despedir puede ser una mala pasada pero despedir con respeto es un arte.

Si quieres dominarlo reserva una primera cita conmigo y te digo cómo hacerlo aquí.

mal jefe

Cómo sobrevivir a un mal jefe

mal jefe

¿Contratarías a un jefe de administración sin formación contable? ¿O a un médico sin la carrera de medicina? ¿Acudirías a un dentista que no tenga estudios de odontología (me duele sólo son pensarlo)? ¿A que no? Pues, ¿por qué, para uno de los puestos más relevantes de la empresa, el de jefe, seleccionamos a veces a personas sin capacidad de liderazgo?

Las habilidades que se necesitan para manejar bien a las personas a menudo son completamente diferentes del trabajo que la persona estaba haciendo anteriormente".

Lo que ocurre demasiadas veces es que se promociona a jefe a quien es bueno haciendo su trabajo. Pero ¿ser un buen mecánico te convierte en un buen jefe de taller? La respuesta es clara: no. El problema es que las habilidades que se necesitan para manejar bien a las personas a menudo son completamente diferentes del trabajo que la persona estaba haciendo anteriormente.

Ser jefe es un trabajo difícil y no es algo natural en todas las personas. De hecho, no es algo para todo el mundo. Y aunque, a veces, las empresas se preocupan y envían a esos nuevos jefes a cursos de uno o dos días para aprender a liderar, la realidad es que una clase aislada no hace a un experto. Esta no debería ser la totalidad del apoyo que reciben los nuevos jefes y, sin embargo, demasiado a menudo lo es. Incluso a veces, ni siquiera les ponen red, y los lanzan al nuevo puesto, lo que prácticamente los condena a estrellarse solos. Y a ti con ellos.

Y ahí estás tú, tan tranquilo en tu puesto, teniendo que sufrir a alguien que sabe mucho del trabajo, pero nada de personas. Y te grita, te maltrata y te hace sentir pequeño, en definitiva, saca lo peor de ti. Así que ¿qué haces? Por supuesto, las primeras reacciones son fáciles de adivinar: te enfadas y te frustras. Porque ¿qué has hecho tú para merecer esto? Nada, tú estabas tan bien, haciendo genial tu trabajo, incluso recibiendo de vez en cuando felicitaciones por tu buen hacer, y de repente tu vida laboral cambia por completo y se convierte en un infierno.

Pues déjame darte algunas pistas de qué puedes hacer, antes estos malos jefes:

  • El gritón: es el típico jefe que lo dice todo gritando, enfadado con el mundo, y como si le fueran a salir espumarajos por la boca. Lo primero que tienes que hacer (y ya sé que no es fácil), es: no te lo tomes como algo personal. No es que espere lo peor de ti, es que espera lo peor de todos. ¿Pero qué hacer ante un ogro así? Ten muy presente la siguiente premisa: recoges lo que siembras. Así que, si él te grita, tú le hablas con calma e incluso un par de tonos por debajo de lo habitual. Eso ayudará créeme.
  • El faltón: sí, hay quien insulta y degrada solo porque no sabe hacer otra cosa y necesita sentirse superior a los demás. Increíble en el siglo XXI, pero real como la vida misma. Aquí tienes que poner un ALTO, sí, en mayúsculas. De ninguna manera puedes permitir a nadie, sea tu jefe, un cliente o un compañero, que te falte al respeto. Esa es una línea roja que no puedes permitir que nadie traspase. Así que, con infinita paciencia y aún más calma, tienes que pararle los pies y hacerle saber que no vas a consentir que te trate así. Estoy segura de que si lo haces con suprema educación y tranquilidad entenderá tus límites y no volverá a sobrepasarse contigo. Es más, si lo haces lo suficientemente bien incluso te respetará por haberle parado los pies. Porque será un faltón, pero seguramente no sea tonto.
  • El exigente: también conocido como Don Perfecto, porque según su (cuestionable) criterio él siempre lo hace todo bien y, que curioso, tú, siempre lo haces todo mal. En este caso tienes que esmerarte, y mucho. Después del tiempo que llevas trabajando con él tienes que saber cómo quiere las cosas. Así que dale lo que te pide, y casi tan importante como esto, hazlo como él te pide, aunque no lo compartas.
  • El ladrón: es el que, aunque no pega palo al agua, siempre se hace con el mérito de TU trabajo. Sé que es frustrante, pero recuerda: estamos en la era de la hiperconectividad, así que tienes muchas formas de hacer saber que eres tú el responsable de los trabajos. Seguro que sabes lo que es el “CC” de los emails, e incluso los “CCO”. Ya ves por donde voy, ¿no? Pues úsalos con inteligencia y sutileza. Así pondrás cada cosa en su sitio.
  • El robot: su vida la dirigen los números, no ve a las personas, y son las cifras las que deciden si eres un buen empleado para él o no. Así que háblale en su propio lenguaje y ten siempre disponibles todas las cifras que apoyen tus ideas.
  • El ausente: nunca está, y por suerte tampoco se le espera. Así que te toca a ti hacer todo el trabajo: el tuyo y el suyo. Además, cuando se presenta es para estropearlo todo así que con este jefe lo mejor es que lo mantengas lo más alejado posible de tu puesto.
  • El colega: y es que, aunque no lo parezca, tener un jefe “superenrrollado” suele conllevar demasiadas distracciones y eso acaba con el trabajo sin hacer. Y ¿de quién será la culpa? Esta es fácil: tuya. Así que céntrate, y vale, de vez en cuando acepta sus planes de café o una caña, pero solo de vez en cuando, porque el trabajo no se hace solo.
  • El incompetente: lo he dejado para el final, porque suele ser el más habitual. El jefe que no tiene ni las aptitudes ni las actitudes para llevar adelante el trabajo. Puede que no sea un completo inútil, pero no es que no pueda, es que no sabe hacerlo. Así que te toca hacer de profesor, tragarte tu orgullo, y tratar de enseñarle lo mejor que puedas. Es la mejor manera de protegerte contra este tipo de jefe.
mal jefe

Un jefe difícil, o un cliente difícil, no es aquel que exige más, o que es más perfeccionista, sino del que no sabes qué esperar".

Además de todo esto, ten en cuenta una cosa muy importante, que no solo te servirá con tu mal jefe sino en muchas situaciones de la vida: un jefe difícil, o un cliente difícil, no es aquel que exige más, o que es más perfeccionista, sino del que no sabes qué esperar. Si sabes que para tu jefe es importante la puntualidad, no llegues tarde. Si sabes que es muy puntilloso con el desempeño, esmérate en hacer las cosas como sabes que a él le gustan. Si sabes que siempre espera un plus, dáselo de entrada, que no tenga que pedírtelo (o exigírtelo, lo que será peor para ti). El jefe difícil (o el cliente difícil, que para el caso también sirve) es aquel que no sabes lo que espera de ti. Así que céntrate en saber qué tipo de jefe tienes y trata de adaptarte lo mejor posible a sus expectativas.

Por último, si nada te ha servido, tal vez deberías valorar la búsqueda de un nuevo empleo. Si tu jefe es además el dueño de la empresa, no quiere escuchar cuando le habláis, y lleva así toda la vida y no piensa cambiar, siempre es una opción inteligente volar a otras empresas, y más cuando la situación no tiene posibilidades de mejorar. Por desgracia, en ocasiones, la raíz del problema está en la organización de la empresa misma y no solo en un mal jefe.

Recursos humanos para mejorar organizaciones

¿Quieres ser gerente? ¡PREPÁRATE!

Recursos humanos para mejorar organizaciones

Uno de los puestos más codiciados es el de gerente, entre otras cosas porque se supone que implica más remuneración, más prestigio y más beneficios. Pero también conlleva más responsabilidades y, lo que es seguro, a los que ostentan ese cargo se les exigen más competencias y habilidades que a la media. Porque déjame decirte que no es un puesto fácil, y hablo desde mi experiencia de 25 años en el cargo en diferentes empresas.

Tendrás que trabajar duro y formarte en múltiples disciplinas porque es un puesto que exige conocimientos en un montón de temas".

Así que lo dicho, si quieres ser gerente tendrás que trabajar duro y formarte en múltiples disciplinas porque es un puesto que exige conocimientos en un montón de temas: financieros, recursos humanos, comerciales, estratégicos, gestión y planificación, también de gestión de la felicidad, y eso, entre muchos otros. Además, deberás ser altamente tolerante a la frustración y, sobre todo y por encima de todo, trabajar por resultados. Porque ten claro que por mucho que haya avanzado la sociedad te seguirán midiendo por lo que consigas.

Complicado, ¿verdad? Son muchas cosas, pero si aún no estás asustado y sigues leyendo estamos en el buen camino. Antes sólo se buscaba a alguien con una licenciatura y dotes de mando. Hoy a un gerente se le pide mucho más, porque lo que antes hacían tres o más personas, hoy lo hace una sola. De hecho, estos son varios de los cargos inherentes al puesto: director, administrador, apoderado, asesor, gestor, organizador, jefe, mánager, representante, paño de lágrimas, pozo sin fondo… Y así podría seguir y seguir y seguir.

Pero ¿cuáles son las competencias que se piden para ser gerente y en las que tendrás que formarte y ganar experiencia para conseguir el puesto y tener éxito? Empieza a apuntar:

Trabajan PARA el equipo. Y para mí este es el punto más importante. Sin equipo no hay gerente. Y es el gerente el que debe trabajar para ellos, nunca al revés".

  1. Trabajan PARA el equipo. Y para mí este es el punto más importante. Sin equipo no hay gerente. Y es el gerente el que debe trabajar para ellos, nunca al revés.
  2. Son Coach-Pro. Tienen que tomarse el tiempo de hacer que su equipo entienda, comparta y, lo más difícil, que haga suyo cada objetivo.
  3. Son mejores que Matías Prats, aunque una referencia más actual sería Ibai Llanos. Deben ser grandes comunicadores, lo que implica que tienen que contar e informar al equipo, pero ojo, también tienen que escuchar mucho. Incluso diría que van a escuchar de todo ☺.
  4. Disfrutan siendo jardineros. Porque lo que más les preocupa es el cultivo del talento y el crecimiento de su equipo y de las personas que lo componen.
  5. The Rock. Su resistencia emocional debe ser muy muy alta, porque son los que aguantan más presión, y lo que es más importante: la aguantan solos porque no la sueltan a toda la organización. Permanecen tranquilos, serenos, y son el ancla que el equipo necesita, sobre todo, cuando hay tormenta.
  6. Juez del tribunal supremo. Tiene que ser justo y ecuánime, porque sino no se gana el respeto del equipo.

7. Empujador. Sí, existe esa palabra en el diccionario de la RAE. Y quiere decir lo que estás pensando: el que empuja. Tienen que ayudar a los miembros de su equipo a sobresalir y ayudarles a conseguir que lleguen incluso más alto que él y sentirse feliz y orgulloso de ello. Créeme, por experiencia, es un placer casi orgasmático (y esta palabra no viene en el diccionario) ver que alguien alcanza todo su potencial.

8. Elon Musk se queda pequeño a su lado. Porque el buen gerente no se queda con lo que ya funciona, siempre busca mejorar, innovar, no se conforma. Nunca. Y no deja que el equipo lo haga.

9. Tirofijo. Y no me refiero al guerrillero colombiano, sino a que por muy bien que nos llevemos todos en el equipo, el gerente no puede olvidar que tienen unos objetivos y unos plazos para cumplirlos. Y es su labor transmitirlos y conseguir que todos los alcancen.

10. “Siempre positivo nunca negativo”. Esa frase que hizo famoso a Van Gaal (o al revés, no estoy muy segura quien hizo famoso a quien) es muy aplicable a los gerentes. Porque tienen que ser los más optimistas del mundo. Si ellos no se lo creen, ¿piensas que alguien del equipo se lo va a creer?

Recursos humanos para mejorar organizaciones

¿Creías que había acabado? Pues no, aún hay más:

  • Un gerente es el vigía que observa el movimiento del mercado.
  • Un gerente es el visionario que adelanta el futuro de su empresa.
  • Un gerente es la nariz que olfatea los buenos negocios.
  • Un gerente es el conductor que adelanta a su competencia.
  • Un gerente es el creyente que tiene fe ciega en su equipo.
  • Un gerente es el instigador que hace rentable su empresa.
  • Un gerente es el espléndido que hace rico a su equipo.
  • Un gerente es el hacedor que prueba de todo para conseguir sus metas.

Como dice Buzz Lightyear podría seguir hasta el infinito y más allá. Pero creo que ya te has hecho una idea de todo lo que implica. Así que sí, un gerente gana más, puede tener más privilegios y beneficios. Pero también hace más, mucho más. Y de nuevo me pregunto si aún no te he asustado…

Si sigues ahí, te estarás preguntando: ¿cómo se consigue todo esto? ¿Dónde se estudia todo esto? ¿Me decido por ADE, Económicas o Ingeniería? Pues verás: déjame decirte que no hay ninguna universidad, ni máster, ni escuela de negocios que enseñe todo lo que tendrás que hacer como gerente. Por supuesto, debes formarte, en cuantas más disciplinas mejor, pero ten en cuenta también que hay cosas que son innatas, que no se enseñan en ninguna parte, y que tienes que tener en tu forma de ser, en tu carácter, en tu ADN, e ir puliéndolas poco a poco con la experiencia.

Y esa experiencia no tiene por qué ser en una empresa. Puede ser como tesorero de un equipo de fútbol, como entrenador de baloncesto de un equipo de niños o como miembro de un casal fallero. El que tiene madera de líder no puede esconderlo, le sale de dentro. Lo importante es lo que aprendes de cada experiencia y lo que haces con ella.

Son muchos los llamados y pocos los elegidos, pero si has llegado hasta aquí, si crees que tienes todo esto que he nombrado y algo más, estás un paso mucho más cerca del puesto. Ahora sólo te queda ponerte en contacto conmigo y te ayudaré a conseguirlo.