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Cómo sobrevivir a un mal jefe

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¿Contratarías a un jefe de administración sin formación contable? ¿O a un médico sin la carrera de medicina? ¿Acudirías a un dentista que no tenga estudios de odontología (me duele sólo son pensarlo)? ¿A que no? Pues, ¿por qué, para uno de los puestos más relevantes de la empresa, el de jefe, seleccionamos a veces a personas sin capacidad de liderazgo?

Las habilidades que se necesitan para manejar bien a las personas a menudo son completamente diferentes del trabajo que la persona estaba haciendo anteriormente".

Lo que ocurre demasiadas veces es que se promociona a jefe a quien es bueno haciendo su trabajo. Pero ¿ser un buen mecánico te convierte en un buen jefe de taller? La respuesta es clara: no. El problema es que las habilidades que se necesitan para manejar bien a las personas a menudo son completamente diferentes del trabajo que la persona estaba haciendo anteriormente.

Ser jefe es un trabajo difícil y no es algo natural en todas las personas. De hecho, no es algo para todo el mundo. Y aunque, a veces, las empresas se preocupan y envían a esos nuevos jefes a cursos de uno o dos días para aprender a liderar, la realidad es que una clase aislada no hace a un experto. Esta no debería ser la totalidad del apoyo que reciben los nuevos jefes y, sin embargo, demasiado a menudo lo es. Incluso a veces, ni siquiera les ponen red, y los lanzan al nuevo puesto, lo que prácticamente los condena a estrellarse solos. Y a ti con ellos.

Y ahí estás tú, tan tranquilo en tu puesto, teniendo que sufrir a alguien que sabe mucho del trabajo, pero nada de personas. Y te grita, te maltrata y te hace sentir pequeño, en definitiva, saca lo peor de ti. Así que ¿qué haces? Por supuesto, las primeras reacciones son fáciles de adivinar: te enfadas y te frustras. Porque ¿qué has hecho tú para merecer esto? Nada, tú estabas tan bien, haciendo genial tu trabajo, incluso recibiendo de vez en cuando felicitaciones por tu buen hacer, y de repente tu vida laboral cambia por completo y se convierte en un infierno.

Pues déjame darte algunas pistas de qué puedes hacer, antes estos malos jefes:

  • El gritón: es el típico jefe que lo dice todo gritando, enfadado con el mundo, y como si le fueran a salir espumarajos por la boca. Lo primero que tienes que hacer (y ya sé que no es fácil), es: no te lo tomes como algo personal. No es que espere lo peor de ti, es que espera lo peor de todos. ¿Pero qué hacer ante un ogro así? Ten muy presente la siguiente premisa: recoges lo que siembras. Así que, si él te grita, tú le hablas con calma e incluso un par de tonos por debajo de lo habitual. Eso ayudará créeme.
  • El faltón: sí, hay quien insulta y degrada solo porque no sabe hacer otra cosa y necesita sentirse superior a los demás. Increíble en el siglo XXI, pero real como la vida misma. Aquí tienes que poner un ALTO, sí, en mayúsculas. De ninguna manera puedes permitir a nadie, sea tu jefe, un cliente o un compañero, que te falte al respeto. Esa es una línea roja que no puedes permitir que nadie traspase. Así que, con infinita paciencia y aún más calma, tienes que pararle los pies y hacerle saber que no vas a consentir que te trate así. Estoy segura de que si lo haces con suprema educación y tranquilidad entenderá tus límites y no volverá a sobrepasarse contigo. Es más, si lo haces lo suficientemente bien incluso te respetará por haberle parado los pies. Porque será un faltón, pero seguramente no sea tonto.
  • El exigente: también conocido como Don Perfecto, porque según su (cuestionable) criterio él siempre lo hace todo bien y, que curioso, tú, siempre lo haces todo mal. En este caso tienes que esmerarte, y mucho. Después del tiempo que llevas trabajando con él tienes que saber cómo quiere las cosas. Así que dale lo que te pide, y casi tan importante como esto, hazlo como él te pide, aunque no lo compartas.
  • El ladrón: es el que, aunque no pega palo al agua, siempre se hace con el mérito de TU trabajo. Sé que es frustrante, pero recuerda: estamos en la era de la hiperconectividad, así que tienes muchas formas de hacer saber que eres tú el responsable de los trabajos. Seguro que sabes lo que es el “CC” de los emails, e incluso los “CCO”. Ya ves por donde voy, ¿no? Pues úsalos con inteligencia y sutileza. Así pondrás cada cosa en su sitio.
  • El robot: su vida la dirigen los números, no ve a las personas, y son las cifras las que deciden si eres un buen empleado para él o no. Así que háblale en su propio lenguaje y ten siempre disponibles todas las cifras que apoyen tus ideas.
  • El ausente: nunca está, y por suerte tampoco se le espera. Así que te toca a ti hacer todo el trabajo: el tuyo y el suyo. Además, cuando se presenta es para estropearlo todo así que con este jefe lo mejor es que lo mantengas lo más alejado posible de tu puesto.
  • El colega: y es que, aunque no lo parezca, tener un jefe “superenrrollado” suele conllevar demasiadas distracciones y eso acaba con el trabajo sin hacer. Y ¿de quién será la culpa? Esta es fácil: tuya. Así que céntrate, y vale, de vez en cuando acepta sus planes de café o una caña, pero solo de vez en cuando, porque el trabajo no se hace solo.
  • El incompetente: lo he dejado para el final, porque suele ser el más habitual. El jefe que no tiene ni las aptitudes ni las actitudes para llevar adelante el trabajo. Puede que no sea un completo inútil, pero no es que no pueda, es que no sabe hacerlo. Así que te toca hacer de profesor, tragarte tu orgullo, y tratar de enseñarle lo mejor que puedas. Es la mejor manera de protegerte contra este tipo de jefe.
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Un jefe difícil, o un cliente difícil, no es aquel que exige más, o que es más perfeccionista, sino del que no sabes qué esperar".

Además de todo esto, ten en cuenta una cosa muy importante, que no solo te servirá con tu mal jefe sino en muchas situaciones de la vida: un jefe difícil, o un cliente difícil, no es aquel que exige más, o que es más perfeccionista, sino del que no sabes qué esperar. Si sabes que para tu jefe es importante la puntualidad, no llegues tarde. Si sabes que es muy puntilloso con el desempeño, esmérate en hacer las cosas como sabes que a él le gustan. Si sabes que siempre espera un plus, dáselo de entrada, que no tenga que pedírtelo (o exigírtelo, lo que será peor para ti). El jefe difícil (o el cliente difícil, que para el caso también sirve) es aquel que no sabes lo que espera de ti. Así que céntrate en saber qué tipo de jefe tienes y trata de adaptarte lo mejor posible a sus expectativas.

Por último, si nada te ha servido, tal vez deberías valorar la búsqueda de un nuevo empleo. Si tu jefe es además el dueño de la empresa, no quiere escuchar cuando le habláis, y lleva así toda la vida y no piensa cambiar, siempre es una opción inteligente volar a otras empresas, y más cuando la situación no tiene posibilidades de mejorar. Por desgracia, en ocasiones, la raíz del problema está en la organización de la empresa misma y no solo en un mal jefe.