Seamos sinceros: ¿podemos evitar mentir de vez en cuando? Piénsalo un momento, no lo rechaces de plano: en el fondo, estamos rodeados de mentiras. Unas con buena intención y otras con mala, pero mentiras, al fin y al cabo. Así que no te queda más remedio: tienes que convertirte en un cazador de mentiras.
Voy a tratar de explicarme mejor.
Todos sabemos que es mejor no mentir, pero nos decimos que no pasa nada por decir una mentira para, por ejemplo, alegrar a alguien.
Y aunque lo hacemos a menudo, lo más probable es que no nos consideremos unos mentirosos, sino más bien que le estamos haciendo un favor a alguien.
Por ejemplo, las mentiras piadosas, las que decimos para evitar lastimar a los demás, ¿se pueden contar? ¿Son éticas? Porque no dejan de ser mentiras.
Por eso me pregunto: decir una mentira piadosa, ¿nos convierte en mentirosos?
Vamos a ver un ejemplo práctico que a todos nos ha pasado alguna vez.
¿Podemos evitar mentir de vez en cuando?
Me refiero a cuando tu pareja te pregunta: “¿me hace gord@ este traje?”. La pregunta fatídica que todos tememos, ¿a que sí?.
¿Qué le dices a eso? ¿Que ha engordado un montón desde la última vez que se lo puso y le queda fatal? ¿O le sonríes y le dices que está estupend@?
¿Qué hacemos, mentimos como bellacos? ¿O no lo hacemos, somos sinceros, y nos arriesgamos a hacer daño a alguien a quien apreciamos?
En serio, ¿es una buena idea mentirle a la cara a quien amamos?
Para ayudarte en tu diatriba, tal vez esto te aporte algo de luz: que sepas, que diferentes estudios han concluido que mentir es malo para la salud.
Está científicamente probado que las personas que reducen el número de mentiras que cuentan están más sanas y menos tensas. Lo cual es normal, porque pensar que pueden pillarte en tu mentira tensa un montón.
Pero, sobre todo (y esto te va a gustar), si cuentas menos mentiras sufres menos dolores de cabeza y menos problemas de irritación de garganta. Así que tal vez deberíamos buscar la manera de ser más sinceros.
Mentir es malo para la salud.
Además, las mentiras no solo son malas para la salud, también lo son para las relaciones, ya sean personales o profesionales. Por eso tienes que ser un buen cazador de mentiras. Y tal vez, plantearte ser sincero.
Porque, ¿y si esa mentira que se cuenta, en principio con buena intención, permite obtener un beneficio de la persona a la que se le dice?
Entonces la cosa cambia ¿verdad?
Déjame decirte algo: en el fondo, la mayor parte de las mentiras son interesadas. Nos inventamos una historia que las justifique, pero no dejan de ser una estrategia de defensa ante una situación delicada, un problema o, simplemente, el miedo a decepcionar a alguien.
Como siempre, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Quiero decir que justificamos muchas veces nuestras mentiras contándonos cuentos como “es lo que quiere oír”; “no quiere saber la verdad”; “él o ella, no necesita saber esto”; y cosas por el estilo.
Pero nos mentimos. Sí, también nos mentimos a nosotros mismos. Y lo hacemos muchas más veces de lo que crees.
Nos inventamos una historia que las justifique, pero no dejan de ser una estrategia de defensa ante una situación delicada, un problema o, simplemente, el miedo a decepcionar a alguien.
De hecho, de media, en una conversación de 10 minutos llegamos a mentir, ¡al menos 3 veces!
Por eso decía al principio que estamos rodeados de mentiras.
¿Cómo te quedas?
Se coge antes a un mentiroso que a un cojo, dice el refrán. Pero las personas comunes y corrientes tenemos pocas posibilidades de saber si nos mienten.
Por eso tienes que convertirte en un buen cazador de mentiras. Y dejar de decirlas tú, pero eso espero que haya quedado claro con todo lo que ya te he contado.
En fin, vamos al lío.
¿Cómo detectar las mentiras?
Me encanta lo que dice Marie France Cyr, experta en comunicación: «Detectar una mentira es como oír a un músico que desafina en un cuarteto»
Según ella, en la comunicación humana ese cuarteto está compuesto por el discurso, la voz, la cara y el cuerpo. Y cuando nos comunicamos, lo hacemos con estos cuatro componentes en perfecta sintonía.
Mentir es desequilibrar ese sistema que, sin embargo, suena armoniosamente cuando expresamos la verdad.
Y aunque un buen mentiroso puede aprender a controlar su cuerpo, no podrá hacerlo por completo.
Así que vamos a cazarlo.
Me encanta lo que dice Marie France Cyr, experta en comunicación: "Detectar una mentira es como oír a un músico que desafina en un cuarteto"
Para ello vamos a contar con la ayuda de otra doctora, Lillian Glass, experta en lenguaje corporal y comunicación.
Lillian dice que existen 11 señales inequívocas para pillar a un mentiroso, y convertirnos así en un cazador de mentiras. Son éstas:
Mueven mucho la cabeza, pero ojo, lo hacen justo antes de contestar a una pregunta directa. Así que ¡atento!
Cambia el ritmo de su respiración. Cuando lo hacen sus hombros se levantan y su voz se vuelve menos profunda. ¿Sabes por qué? Se quedan sin aliento porque su ritmo cardíaco y su flujo sanguíneo cambian.
Parecen estatuas, se quedan estáticos, en contra de lo que puedas pensar. Se trata de una reacción neurológica: se quedan quietos a la espera de ser atacados. Es, sin duda, una señal defensiva.
Loros de repetición: sí, se repiten mucho, porque no solo tratan de convencerte a ti: tratan de creerse su propia mentira. Y para ello necesitan repetírsela. Ya sabes lo que dicen: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Por la boca muere el pez: se justifican demasiado, porque creyendo que dan consistencia a su mentira dan demasiada información.
Se tocan o se tapan la boca. Es como si, literalmente, cerrasen la comunicación.
También se tocan partes vulnerables del cuerpo. ¿Cuáles son? Pecho, cabeza, abdomen, como no, genitales, y el que más, la garganta.
Mueven mucho los pies, porque en el fondo el mentiroso no está cómodo, y como quiere irse, pues no puede dejar sus pies quietos.
Se les seca la boca al hablar, de hecho, suelen pedir agua con frecuencia. ¿Por qué? Pues porque en situaciones de estrés nuestro sistema nervioso reduce la producción de saliva. Esto también provoca que se muerdan o frunzan los labios con frecuencia.
Casi no parpadean, te miran fijamente con la idea de intimidarte y controlarte. En lugar de admitir que lo dicho es mentira, optan por amedrentar al que esté tentado a llevarles la contraria.
Señalan demasiado. Es muy sencillo, y nos ocurre a todos: cuando nos ponemos a la defensiva, empezamos a atacar a las personas que nos acusan, muchas veces incluyendo gestos como señalarlas con el dedo índice.
¿Qué nos lleva a pensar que alguien nos está mintiendo? La respuesta es sencilla: la intuición
En todo caso, escuchamos cientos de frases al día y es muy raro que dudemos de su veracidad. Entonces, ¿qué nos lleva a pensar que alguien nos está mintiendo?
La respuesta es sencilla: la intuición, y como bien sabes la intuición nunca falla, así que confía en ella. Te hará un mejor cazador de mentiras.
Y como siempre, si necesitas ayuda, estoy a tu disposición.
¡Buena caza!
Dejar un comentario
Add a Comment