Tener éxito mola. Mola mucho, muchísimo. Pero ¿sabes qué mola más que el éxito propio? El éxito de los miembros de tu equipo. Eso sí que es un subidón.
Cuando alguno de tus polluelos, esos que has acogido bajo tus alas casi desde que nacieron, llega a la meta en primer lugar la sensación es indescriptible: orgullo, alegría, satisfacción, euforia, entusiasmo, placer, orgullo (sí, lo sé, lo he repetido, pero es que no he podido resistirme) …
Podría seguir y no acabar nunca, porque mientras lo escribo se me dibuja una enorme sonrisa en la cara imaginando, recordando. ¡Tan potente es la sensación!.

Verás, hay quien dice que no eres jefe hasta que no has despedido a alguien.
Puede que tengan razón, y aquí puede es la palabra clave.
Pero lo que sí es seguro es que no eres jefe hasta que no ayudas a los miembros de tu equipo a desarrollar todo su potencial.
Hasta que les das alas.
Porque sin alas no podrán volar.
Sin alas se estrellarán.
Y nosotros no queremos que se estrellen.
Queremos que triunfen.
Que alcancen el cielo.
Así que ¡vamos a volar!
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