Dirigir tiene un precio.
Ganar tiene un precio.
Tener éxito tiene un precio.
El liderazgo tiene un precio: la soledad del jefe.
Una soledad que puede ser escogida, aunque no te lo parezca a priori. Fíjate si no en las conclusiones que diferentes estudios han puesto de manifiesto:
1. Cuando personas con habilidades de liderazgo excepcionales trabajan solos o en tareas que requieren menor relación con los demás, tienen un rendimiento extraordinario. Sobresalen, incluso, en circunstancias adversas. De hecho ese es su elemento y ahí se mueven como peces en el agua.
Pero cuando trabajan en tareas que requieren una coordinación con otras personas, obtienen peores resultados que otros grupos formados por individuos mucho menos excepcionales.
2. Lo mismo ocurre con las situaciones donde es necesario alinearse con un objetivo común. En estos casos, los grupos formados por los ejecutivos más extraordinarios mostraron una capacidad de compromiso muy inferior, en comparación con grupos de ejecutivos más “normalitos».
El liderazgo tiene un precio: la soledad del jefe.
Te doy un dato más, porque creo que los números siempre nos ayudan a entender mejor las cosas, y a lo mejor así consigo que bajes un poco la guardia. Esto último lo digo porque es posible que te hayas sentido identificado con esos líderes extraordinarios, lo cual me alegra mucho. Pero temo que no te guste lo que has leído hasta ahora 😭
En fin, continúo. Otro estudio, el de Angus Hildreth sobre liderazgo, es muy esclarecedor: en él instaba a los participantes a tomar una decisión como equipo.
¿La conclusión? Que únicamente el 41% de los grupos que tenían los ejecutivos con más poder llegaron a un acuerdo. Sin embargo, el 88% de los que tenían ejecutivos con menos poder sí lo consiguieron.
¿Te sorprenden estos resultados? A mí, no.
Los grandes líderes son luchadores, y muy ambiciosos. Es algo inherente a su condición. Eso les ha permitido llegar a lo más alto.
Si juntas a muchos jefes en una sala de reuniones no consiguen llegar a un consenso. Su prioridad es alcanzar la cima, no el acuerdo.
Pero eso, que para algunas cosas es muy bueno, para otras no lo es tanto. Porque esa ansia de poder les puede perder. Si su ego les gobierna y los lleva a centrarse en quedar por encima, están condenados.
Necesitan ser reconocidos como los que han realizado la aportación más importante; o la más inteligente. Ser los que han ganado más puntos.
Miden su capacidad y su valía personal a través de la comparación con otros. Y precisan ser los que ganan en ella.
Por eso si juntas a muchos jefes en una sala de reuniones no consiguen llegar a un consenso. Su prioridad es alcanzar la cima, no el acuerdo.
Y sí, se quedan en la cima, pero solos. Esa es la soledad del jefe.
Ser el que más manda, al que todos tienen que dar la razón, no siempre es bueno. Siento mucho que te esté dando la impresión de que hoy estoy siendo negativa. Pero creo que mirar para otro lado en este tema no aportaría nada. Ya habrá tiempo para eso.
Ahora, tenemos que ser realistas. Darnos cuenta de que muchas veces lo que nos dicen es lo que creen que queremos oír. Y eso no siempre es la verdad. Ni lo que necesitamos oír.
Tomar la última decisión, la que decide el futuro de todos, tiene un efecto. No solo en nosotros, sino en los que se relacionan con nosotros. Es algo que lo condiciona todo: lo que tú digas o hagas puede cambiar la vida de muchas personas. Tú lo sabes. Ellos lo saben. Y les asusta (ya sé que a ti no).
Por favor, tenlo presente, porque este es el talón de Aquiles de muchos jefes. Es lo que hace que muchos se quemen, que se autodestruyan; y lo que es peor, que destruyan a otros en su camino inexorable al éxito.
En muchas ocasiones, sin ni siquiera darse cuenta, estos jefes solitarios crean un contexto de trabajo tóxico, nocivo y desmotivador. Son como Atila, el rey de los Hunos: “Yo soy el martillo del mundo… donde mi caballo pisa, no crece hierba”
Tomar la última decisión, la que decide el futuro de todos, tiene un efecto. No solo en nosotros, sino en los que se relacionan con nosotros.
Pero este no tiene por qué ser tu caso.
Llegados a este punto, te estarás preguntando: ¿qué puedo hacer para evitar la soledad del jefe?
Lo primero, prepárate psicológicamente. Debes ser consciente de que actuar como el Llanero Solitario es pernicioso para tu salud y la de los que están a tu alrededor. Así que lo dicho: prepárate para el alto coste psicológico del éxito y el poder.
Prepárate para el alto coste psicológico del éxito y el poder.
¿Cómo hacer eso? Una buena idea sería que busques un mentor. Porque, amigo mío, si estás en esta situación déjame decirte que necesitas a alguien cercano que te cante las cuarenta. Que te diga las verdades a la cara. Alguien a quien respetes, a quien admires, y a quien escuches cuando te habla. Que sea sincero, directo. Y, claro, que también frene tus ansias.
Bueno, más que frenarlas yo diría que lo que debe hacer es ayudarte a dosificarlas. Porque ese hambre de poder no tiene que ser mala per se, sólo que hay que administrarla en la medida que la situación lo requiera.
Lo siguiente, para mí, sería que te crees una red de pista, como la que tienen los trapecistas en el circo. Sí, una red de apoyo fuera de tu trabajo. Necesitas dejar de ser jefe (aunque es difícil porque lo llevas dentro) de vez en cuando. Dejarte llevar. Sé el papá, el hermano, la pareja. Sé tú. No seas el jefe.
Porque, amigo mío, si estás en esta situación déjame decirte que necesitas a alguien cercano que te cante las cuarenta. Que te diga las verdades a la cara.
Sal, diviértete, haz deporte, camina, ve al cine, lee un libro… Deja de pensar qué vas a hacer, cómo lo vas a hacer, qué le vas a decir a otros que hagan. Despeja tu mente. Piensa en algo que no sea el trabajo.
Necesitas que tu cerebro descanse, que se oxigene. Que coja aire. Necesitas crear espacio en él. Porque sólo así conseguirás que alguien pueda colarse, que alguien pueda entrar. Déjales llegar hasta ti, y no estarás solo.
Aunque no lo creas los necesitas. Entiendo que la fuerza de la costumbre; tus muchos aciertos y poquísimos errores; tu fuerza y capacidad estratégica… En fin, todo lo excepcional que eres te hace creerte casi invencible.
Pero ¿sabes? No lo eres. Y si te lo crees estás más cerca del final que del principio.
Entiendo que la fuerza de la costumbre; tus muchos aciertos y poquísimos errores; tu fuerza y capacidad estratégica… En fin, todo lo excepcional que eres te hace creerte casi invencible.
Tal vez este no era el enfoque que esperabas.
Es posible que al leer el título, La soledad del jefe, pensases que esto iba de “pobrecito tú”.
Pues no. No creo que eso te ayudase, la verdad. Y estoy aquí para eso, para ayudarte. Así que dejar que te engañes no es una opción para mí.
Si con todo esto que he escrito te he hecho pensar, ¡genial! He hecho bien mi trabajo esta vez. Porque al final, ser un jefe solitario o no serlo depende de ti. Tú decides.
Si, en caso contrario, piensas que todo esto son patrañas, ¡M…! Tendré que intentarlo de nuevo.
En cualquiera de los dos casos, estoy aquí para ti. Puedes contar conmigo para alejar de ti la soledad del jefe. O bien para hacerme ver lo equivocada que estoy y darme tu versión de la historia. Sea como sea, te espero.
Hola
Me puede enviar el libro LA SOLEDAD DEL JEFE.
Atte.
Hola Luis
Agradezco mucho tu comentario porque debo decir que me has dado una gran idea: escribir un libro sobre La soledad del Jefe. Pero por ahora no está escrito, solo he escrito este artículo con este tema. Pero de nuevo te agradezco tu comentario y me plantearé hacerlo. De ser así, por supuesto te haré llegar un ejemplar.