Nadie es imprescindible, pero la ausencia de alguien de nuestro día a día nos afecta.
Los sentimientos que se generan pueden impactarnos de muchas maneras dependiendo del grado de intimidad.
Por eso es normal que una ausencia en el trabajo también tenga un efecto en nosotros.
Y no vamos a ponernos en lo peor.
Pensemos solo en una ausencia «en vida».
Un amigo me contaba hace unos días, que él había notado mucho la ausencia de su compañero de la mesa de al lado.
“Compi de silla” le llamó.
De hecho, para él su marcha fue el pistoletazo de salida para irse de esa empresa.
Solo duró 3 meses más en ella.
Está claro que no se fue por solidaridad.
Pero sí que la marcha de su compañero, en este caso, era un síntoma.
¿Síntoma de qué?
De que la empresa no iba bien.
Y no se equivocó: esa empresa acabó cerrando al poco tiempo.
Aunque no es de cierres de empresas de lo que quiero hablarte hoy, sino de cómo sobrevivir a la ausencia de un compañero de trabajo.
Las dudas tras la separación.
Cuando alguien se va, es inevitable preguntarse, ¿por qué se ha ido?
No es lo mismo que se haya marchado voluntariamente, a que lo hayan “invitado” a marcharse, o que le hayan trasladado.
Así que, en función de la respuesta que obtengas, tu reacción, probablemente, será distinta.
Si un miembro del equipo decide, por su cuenta y riesgo, dejar la empresa, ¿qué es lo primero que sientes al enterarte?
Incertidumbre.
- ¿Por qué se ha ido, con lo bien que estamos aquí?
- ¿Sabe algo que yo no sé?
No podemos dejar de pensar que hay algo detrás de su salida.
Y ese algo en lo que pensamos suele ser algo negativo: “La empresa va mal y por eso se ha ido”.
O esta otra, también muy común: “Le han hecho una oferta mejor de la competencia. ¡Van a por nosotros!”
Nunca nos da por pensar que su decisión puede no tener nada que ver con la buena o mala marcha de la compañía. Que, a lo mejor, ha tomado esa decisión por temas personales y nada tiene que ver con la empresa.
Ni contigo.
La incertidumbre, el cocktail molotov.
La cuestión es que, por lo general, suele darnos por pensar mal.
Ya sabes, como dice el refrán: “Piensa mal y acertarás”.
Pero eso no es correcto.
Ni tampoco justo.
¿No te parece?
Así que tenemos que lidiar con ello, con la incertidumbre.
Para mí ese es uno de los sentimientos peores que puedes tener en el trabajo: no saber qué va a pasar, no poder predecir el corto o medio plazo da vértigo.
Un cocktail molotov que puede incendiar todo lo que te rodea, incluidas tus futuras decisiones al respecto de tus funciones y tu permanencia en la empresa.
Pero, ¿no te estarás adelantando a los acontecimientos?
Ya lo he dicho: tal vez su marcha no tenga nada que ver con la empresa. Así que ¿por qué preocuparse sin necesidad?
Si, por el contrario, quien se va ha sido despedido, es el miedo el que se apodera de nuestros sentimientos.
- Si lo han despedido a él, que era tan bueno en lo suyo, a mí me quedan dos telediarios.
- No entiendo cómo han podido despedirlo, así que no voy a moverme de mi silla, no vaya a ser que a mí también me nominen.
Empieza el sálvese quien pueda, y todos empezamos a correr.
La solución a todas estas cuestiones, las de la salida voluntaria y la forzosa, es muy sencilla: pregunta.
Sí, pregunta. No te quedes con las dudas.
Y preguntar no significa cotillear, sino ir a la fuente fiable e intentar aclarar qué ha podido pasar.
O por lo menos que te cuenten lo que pueden contarte.
En una palabra: comunicación. Con una buena comunicación, cuando cuentas con la información necesaria, todo es mucho más fácil de sobrellevar.
Cuando la ausencia duele
Lo que también es común a los dos tipos de salida de la empresa de un compañero es que su ausencia se nota.
Nos duele.
Y ese dolor que nos produce, no tiene nada que ver con la calidad de su trabajo. O con que, si no lo reemplazan, me tocará trabajar más a mí.
Nada de eso.
Lo que nos duele es la ausencia de la persona que se ha ido.
Esa silla vacía.
Porque, por muy amigos que nos hayamos hecho, no lo voy a ver todos los días, ni a hablar con él.
Ya lo cantaban Los Panchos en su famoso bolero: 🎶 dicen que la distancia es el olvido 🎶
Sabes que la pausa del café ya no será la misma sin sus bromas.
Eres consciente de que los lunes serán más cuesta arriba sin sus anécdotas del fin de semana.
Además, ¿con quien vas a comentar el partido del sábado de vuestro Atleti, cuando en la oficina son todos del Barça?
Todo eso, que es tan importante, que tanto te llena, y que hace que tu trabajo sea mejor, se va con él.
Ausencia para valorar la presencia
Y ha tenido que ser cuando se ha ido, cuando ya no está, cuando te has dado cuenta de lo importante que era para ti.
De pronto estás más gruñón, malhumorado, incluso a veces, hasta borde.
El trabajo se te hace cuesta arriba.
Ir a la oficina es un suplicio.
¿Por qué?
Porque tu colega, tu compañero, tu amigo, ya no está.
Dicen que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Eso te enfada. Estás enfadado, muy enfadado (si ya sé que lo he puesto 3 veces, pero es que estás muuuuy en grado superlativo…).
Y también triste.
Porque se ha ido y no te ha dicho nada.
Ha sido de sopetón.
Te has quedado con cara de tonto.
No estabas preparado para esto.
Y ni siquiera se ha despedido (probablemente no le han dejado, pero eso tú no lo sabes, y por tanto, sí, lo has adivinado: te enfadas aún más).
¿Qué clase de colega hace eso?
¿Es que no era tan buen amigo tuyo como tú de él? Porque tú si se lo hubieras contado, ¿verdad?
…
Déjame explicarte algo: estás de duelo.
Duelo por la amistad perdida. Por la falta de confianza. Por la traición.
Estás jodid…..
¿Cómo sobreponerse a su ausencia?
Como en todos los duelos, vas a pasar por varias fases.
Ya las conoces: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Aunque saberlo no hace más fácil pasar por ellas.
Y vas a necesitar quemarlas todas.
Pero sí hay algunas cosas que puedes hacer y que te pueden ayudar a llevarlo mejor y hacer el proceso más corto y llevadero:
Cierra ese capítulo y abre uno nuevo
Esto no puede quedar así. Tienes que pasar página. Y para hacerlo, debes hablar con el que se ha ido.
Escucharlo.
Tratar de entenderlo.
Sin culpas.
Sin culpables.
Buscando los puntos en común, que son muchos.
Porque, aunque no os veáis todos los días, sois amigos, y podéis seguir hablando. Y quedando.
Y ya sabes: existen Zoom, Skype, FaceTime, Google Meet… Después de la pandemia, todos somos expertos en manejar las videoconferencias.
Tal vez podáis tomaros el café cada mañana como antes, pero de manera virtual.
Y, ánimo, que falta muy poquito para que vuestros avatares puedan comentar el finde en el metaverso de Mark Zuckerberg.
Carpe díem
Existe una ley universal invariable para ser feliz: vivir el presente.
Ya lo decían en la peli de El club de los poetas muertos (¿tú también lloras cada vez que la ves?): carpe díem.
O en cristiano: aprovecha el presente sin esperar el futuro.
Y, claro, sin regodearte en el pasado.
Por eso, busca planes alternativos.
No te digo que busques nuevos amigos, nadie puede sustituir a tu colega del alma. Pero sí puedes abrirte a la posibilidad de acercarte a otros compañeros.
Seguro que tienen mucho que aportar.
Y, antes de que te des cuenta, te sentirás de nuevo integrado en el equipo. Con renovados planes de futuro, y maravillosos retos por cumplir.
Centra tu energía en asimilar lo ocurrido y habla de ello
A veces somos como garrapatas: nos agarramos con uñas y dientes a lo que tuvimos. Es normal, porque nadie quiere perder lo bueno que tiene.
Tenemos ese instinto de conservación que nos lleva a desear que todo lo que tenemos permanezca.
No nos gustan los cambios, ya te hablé de eso aquí, El miedo al cambio.
Así que habla de ello.
Busca a alguien: un amigo, tu pareja, tu hermano, un vecino… Incluso un coach (te dejo un salvavidas abajo), que te escuche con atención.
En cualquier caso: busca a alguien en quien confíes y con quien puedas abrirte. Alguien que te escuche y te comprenda.
Y suéltalo todo: lo bueno, lo malo, lo regular.
Lo que pudo haber sido y no fue.
Habla de cómo te sientes. De la frustración. Del enfado. De la rabia. De la ausencia.
Vaciándote, siendo sincero, reconociendo cómo te sientes harás la pena más ligera.
Ya sabes, las penas compartidas pesan menos.
Siguiendo estos consejos serás capaz de sobreponerte mejor al sentimiento de ausencia de un compañero.
Pero hay más: ¿quieres conocerlos y ponerlos en marcha?
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