Cómo sobrevivir al fracaso

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Sólo el Papa es infalible, así que ni tú ni yo lo somos. Por eso vamos a fracasar alguna vez, incluso más de una y más de dos. Pero debo ser sincera: personalmente, mi tolerancia al fracaso es casi nula. Sí, soy así de torpe, y echo por tierra una de las soft skills que ahora más se buscan. Pero ¿sabes qué? No me arrepiento porque creo que el que no me guste fallar no me hace menos talentosa, incluso, al contrario: creo que demuestra fortaleza, otra soft skil que sí tengo a montones y creo (eso espero) que compensa la anterior.

Con esta confesión de entrada no parezco la persona más apropiada para hablar de cómo sobrevivir al fracaso, pero permíteme decirte que te equivocas. Que no me guste fracasar no significa que no lo haya hecho. Y que no lo haya superado. Porque solo el que hace cosas fracasa y yo soy muy de hacer cosas y no esperar a que sucedan. Así que he fracasado. No mucho, por suerte, pero lo he hecho. Y me he levantado más fuerte y, quiero pensar, más sabia.

sobrevivir fracasoHace años el que era mi jefe me dijo que para aprender tenía que equivocarme y fallar, que él asumía que los errores eran una parte de mi trabajo y de mi salario, y debo reconocer que en aquel momento odié esa idea con todas mis fuerzas, y pensé: ¿por qué tengo que estrellarme para hacer mejor mi trabajo, con lo que duele? ¿No sería más fácil aprender por las buenas, no por las malas? Porque, no te voy a engañar, sentir que has fallado es duro y difícil de digerir. Y yo no lo entendía, o no quería entenderlo.

En aquel momento mi error había llevado a que la empresa perdiera muchos miles de euros, y eso, no me dejaba dormir. Fue un error por desconocimiento, por inexperiencia, eso es cierto, pero era algo que no podía consentir, que no me entraba en la cabeza. Y le dí vueltas, y vueltas y más vueltas, hasta que conseguí deshacerme del rechazo, la angustia y la desazón que me carcomían por dentro por haber fallado, y me recompuse. Y empecé a pensar en cómo podía hacer para compensarlo. No paré de buscar de dónde podía sacar ese dinero que yo, y solo yo, había hecho que la empresa perdiese. Y no paré hasta que lo encontré. Y lo hice con creces, créeme. Compensé esa pérdida multiplicada por varias cifras.

¿Significa eso que si yo no hubiese fallado no hubiese encontrado ese filón que nos hizo ganar mucho más que antes? Personalmente quiero pensar que no, porque sigo sin querer entender que para ser mejores tengamos que pasarlo mal, pero ¿quién sabe lo que pudo haber sido y no fue? Siempre he sido, también, muy de buscar nuevas formas de hacer las cosas así que quiero pensar que habría encontrado el camino sin haberme estrellado. Pero es posible que confunda el deseo con la realidad.

En todo caso, y aunque no nos guste (voy a asumir que a ti tampoco te gusta fracasar) tenemos que ser conscientes de que va a pasar: vamos a caer en algún momento, vamos a fallar en algún momento. Y el batacazo puede llegar a ser de proporciones épicas: tener que poner fin a tu proyecto.

¿Qué hacer a partir de aquí? ¿Qué hacer cuando todo lo que tenías se ha ido a pique?

Lo primero: desahógate. Grita, chilla, peléate con el mundo, revélate. Tienes todo el derecho del mundo a sentirte frustrado, enfadado, triste, decaído, vencido, y tienes que dejarlo salir. Vacíate. Del todo. Que no quede nada dentro de ese mal rollo.

Eso sí: no te regodees en el fracaso, no te hundas, no te revuelques en el fango, porque tocar fondo es fácil, pero salir de ahí es muy, muy difícil. Para todo hay un tiempo, así que ¡no te pases! Sí, te dejamos que te reveles contra todo y contra todos durante un tiempo prudencial porque lo necesitas para recuperarte, pero a partir de ahí vamos a recomponernos y vamos a salir a luchar, más fuertes.

La culpa siempre es compartida y reconocerlo no te hace más débil, al contrario: te hará más fuerte, aunque ya te adelanto que dolerá".

Ahora que ya te has desahogado y has pasado el duelo toca reflexionar: ¿qué ha salido mal? Y, por favor, cuando te hagas esta pregunta por nada del mundo te engañes. La culpa no es solo del mercado, del equipo, de la crisis, de la competencia (a veces desleal). La culpa siempre es compartida y reconocerlo no te hace más débil, al contrario: te hará más fuerte, aunque ya te adelanto que dolerá.

Aquí quiero hacer un alto en el camino que creo que es muy importante. A lo largo de mi carrera profesional me he encontrado con un montón de personas fantásticas, y muchas de ellas han pasado, también, y a pesar de ser excepcionales, por situaciones en las que han fracasado. Porque el que hace cosas se equivoca, es una ley universal, y ya dije antes que soy muy de hacer cosas, por eso suelo rodearme de gente que también es así.

Pero a lo que iba: puedo contar con los dedos una mano los que han reconocido sus errores. De ese montón, solo unos pocos han tenido la valentía de confesarse (y confesarme): “aquí y aquí he metido la pata”. Parece que venimos de serie con un escudo protector que rechaza cualquier responsabilidad sobre lo que ha salido mal y, ¡qué casualidad!: nunca es culpa nuestra. La lista de excusas (o explicaciones) es infinita. He oído de todo, te lo aseguro.

Sí, el mercado ha cambiado, pero tú no has sabido leerlo y adaptarte. Sí, el equipo no era el más adecuado, pero fuiste tú el que los seleccionó para tu proyecto, y no me vale eso de “era lo que había”, porque podrías haber seguido buscando, no haberte conformado. Sí, la crisis es global, pero no tenías el colchón que toda empresa necesita por si las moscas, porque no lo habías previsto. Sí, la competencia ha sido demasiado dura y ha jugado sucio, pero tú no lo has visto venir, y no has saltado los obstáculos que iban poniendo en el camino porque los ignoraste.

¿De qué sirven las excusas? Entiendo que, al principio, con lo mal que lo estás pasando, te ayuden, pero, a la larga: ¿de qué te sirven? ¿Qué te aportan? Vale, al principio me ayudan porque asumir que no ha sido culpa mía es más fácil que admitir que he fallado, pero ¿me ayudan a aprender, o solo son un mecanismo de defensa? ¿De verdad que en el fondo de tu mente no hay una lucecita roja que se enciende y te dice que te estás mintiendo a ti mismo?

Pues no la ignores, porque no es bueno ni sano que lo hagas, y es uno de los primeros pasos para superar el fracaso: reconocerlo. Insisto: reconocer tus errores no te hace más débil. Vivimos en una sociedad donde tenemos la presión constante de ser y parecer fuertes, de ser constantemente los mejores, de ser perfectos. Pero no somos perfectos, nadie lo es, y no pasa nada porque te tomes un descanso: será el descanso del guerrero, y, en este momento en el que tenemos que rearmar nuestras defensas, debemos saber con qué armas contamos. Así que no te escondas, por favor, y repite conmigo: he metido la pata, me he equivocado, he fracasado.

¿A que no te ha explotado la cabeza ni te ha salido un sarpullido? Te lo dije: no pasa nada por reconocerlo, y con este pequeño gran paso estamos mucho más cerca de superar lo que ha ocurrido. Es más, confiesa: ¿a que en el fondo te sientes mejor? Sí, lo sé, es liberador, así que ¡de nada! y gracias a ti por ser tan valiente. ¡Estoy orgullosa de ti!

Cuando reconozcas que has fracasado va a ocurrir algo para lo que es posible que no estés preparado: vas a quedarte solo".

Otra cosa importante es que cuando reconozcas que has fracasado va a ocurrir algo para lo que es posible que no estés preparado: vas a quedarte solo. Si, muchos de esos a los que se les llenaba la boca con halagos y buenas palabras hacia ti y hacia tu proyecto es muy posible que desaparezcan, que huyan cual fantasmas, y eso, también duele.

Fíjate en los fans de los equipos de fútbol: cuando su equipo gana dicen “ganamos”. Pero cuando su equipo pierde dicen “perdieron”, como si ya no fuese con ellos la cosa. O en los políticos (ya lo sé, no suelen ser ejemplo de nada bueno, pero para esto nos puede valer): en las recientes elecciones a la Comunidad de Madrid el PSOE tuvo un gran fracaso, y ¿quién estaba con Angel Gabilondo, el candidato que el partido había designado, cuando tuvo la valentía de reconocer públicamente la derrota? Busca la foto: estaba solo. De hecho, es curioso ver cómo a su alrededor se creó un círculo de vacío donde el resto del equipo se situó a varios pasos de distancia. ¡Si hasta parecía que oliese mal, por Dios!

Siento tener que ser yo quien te lo diga, pero debes saber que la gente te va a decepcionar para que estés preparado. No es algo personal, no tiene que ver contigo, es algo que pasa, por desgracia. Incluso las personas más cercanas, en las que más confiabas, volarán, se esfumarán. Y cuenta que es muy probable que oigas muchas veces eso de “te lo dije”, que no te ayuda en nada y que pretende descargar en ti toda la responsabilidad de lo que ha pasado. Y sí, es tu responsabilidad, pero no es toda tuya. Tú lo sabes y yo lo sé. Que ellos no lo asuman no debe preocuparte: si solo están en los buenos momentos y en los malos te abandonan y te culpan, no se merecen ese aprecio que les tenías. Así que, simplemente: ignóralos. No te aportan nada. O nada bueno, quiero decir.

sobrevivir fracasoY ahora vamos a continuar. Estábamos en la parte en la que decía que tenemos que reflexionar y saber dónde hemos fallado para poder corregirlo, recomponernos, y salir de nuevo a comernos el mundo. Porque eso es lo siguiente: vamos a volver a intentarlo y vamos a tener éxito, que ya hemos tenido bastante de lo contrario. Pero para llegar ahí aún falta un poquito, ten paciencia.

Te voy a dar pistas que creo que te pueden ayudar para reconocer los errores cometidos. Estas son, según los expertos, las principales causas de los fracasos empresariales:

  1. Un deficiente servicio y/o una mala atención al cliente.
  2. Una mala gestión administrativa y financiera, que suele venir, sobre todo, de asumir costes excesivos.
  3. La falta de planificación estratégica, y/o de marketing y ventas.
  4. La escasa capacitación tanto de los directivos como de los colaboradores.
  5. Dejar en manos de un tercero una de las partes más importantes del negocio.
  6. Conflictos entre socios.
  7. La idea: que el producto o servicio no cubra una necesidad real del mercado
  8. La falta de innovación: que seamos más de lo mismo.
  9. Falta de estrategia en recursos humanos y gestión del talento.
  10. Subestimar a la competencia.
  11. La mala gestión.
  12. Pocos recursos.
  13. Crecer más rápido de lo que puedes asimilar.
  14. Depender de uno o pocos clientes.
  15. Dejar de intentarlo: rendirse.

Solo el 25 % de los negocios que se emprenden alcanza los quince años o más"

Es posible que falte alguna, pero con esto cubrimos cerca del 95 % de las causas que llevan, a las empresas y a los proyectos, a fracasar, sobre todo en sus primeros años de vida, que suelen ser los más duros. Y espero que te ayude saber que no eres el único (ya se sabe, mal de muchos, consuelo de tontos, pero consuelo, al fin y al cabo): el 21,5 % de los negocios no consiguen sobrepasar la barrera del primer año; casi la mitad de ellos fracasan durante los primeros cinco años; y el 65 % durante los primeros diez años en el mercado. Es decir que solo el 25 % de los negocios que se emprenden alcanza los quince años o más. Es muy difícil tener éxito con un primer proyecto: de hecho, si tuvieras la oportunidad de conocer a 100 emprendedores famosos y les preguntaras si triunfaron en su primera empresa, estoy segura de que 99 te dirían que no.

Descorazonador, lo sé, pero esto no va a asustarnos a estas alturas. Solo quiero hacerte ver que no eres tú, que no eres el problema, que es normal, por desgracia, que esto pase, y que por mucho que duela (no me canso de repetirlo) cuando nos toca a nosotros, no tienes que regodearte en la idea de que eres el peor empresario del mundo, o el peor líder de proyectos del mundo, porque no lo eres.

De hecho, eres digno de admiración. Y dirás ¿a qué viene esto a estas alturas, después de un montón de párrafos donde no has hecho otra cosa que hablar de fracaso, caer, fallar: acaso me estás queriendo hacer la pelota? Pues no, insisto: eres digno de admiración, y mucho. ¿Sabes por qué? Porque lo has intentado, porque has dado un paso adelante, porque has tenido un sueño y lo has perseguido, porque has sido valiente, porque has creado empleo y riqueza en tu entorno. Y sobre todo porque has hecho lo que muchos piensan pero no se atreven. Y eso, para mí, es digno de admiración.

Creo que con esto es con lo que te tienes que quedar: lo has intentado, no ha salido bien por X causas, de las que has aprendido (porque no te has engañado, como ya hablamos), pero estás orgulloso de, por lo menos, haberte puesto en pie. Muchos ni siquiera lo intentan, y algunos ni siquiera eso han conseguido. Cuando llegas a este punto, has pasado de fase: lo has aceptado. ¡Bien hecho! Estás en el buen camino. Además, no todo ha sido malo, seguro que has conseguido muchos logros y has hecho muchísimas cosas buenas. Quédate con eso: con lo bueno, con todo lo que te ha aportado la experiencia.

sobrevivir fracasoUna vez asumido el fracaso, toca dar el siguiente paso: recomponerse. Y para esto, como estás en horas bajas, es posible que precises ayuda. Necesitas un pilar, un bastón en el que apoyarte en estos momentos, que te permita volver a levantarte. Ese pilar pueden ser tu familia, o tus amigos, pero también puede ser otra cosa. Hace poco leí un artículo donde el autor afirmaba que su bastón para superar los baches era su fisioterapeuta, que, según decía, hacía milagros con él. Curioso, ¿verdad? Todos hemos oído historias de gente a la que un viaje con una ONG a un país desfavorecido le cambió la perspectiva de su existencia. O puedes contactar con un coach que te ayude a reconducir tu vida.

Me resulta imposible saber qué podría ayudarte a ti en concreto, pero sí sé que debes buscar algo, un ancla que te ayude a volver a la tierra desde el submundo del fracaso, que te permita volver a respirar y te ayude a hacerte más fuerte. Algo que consiga que vuelvan tu energía y tus ganas, tu alegría y tu optimismo. Algo que te traiga de vuelta.

Y con todo eso es el momento de volver al ruedo. Además, esto ya lo has hecho. Piensa: cuando estás enseñando a tu hijo a montar en bici y se cae, ¿qué le dices? ¿Que no vuelva a subirse nunca más porque es un artefacto del demonio y se romperá la crisma? ¿O le vuelves a subir inmediatamente, le das feedback para corregir sus errores, consejos que le ayuden a conseguir mejorar su equilibrio, y le empujas para que vuelva a intentarlo? Pues esto es lo mismo: nos hemos caído de la bici, nos hemos hecho algún chichón y nos hemos raspado las rodillas y los brazos, pero ya sabemos qué nos hizo caer y nos hemos curado, así que es el momento de volver a montar.

Sí, da miedo, lo sé. Escribirlo es muy fácil, pero hacerlo no lo es tanto. Pero es lo que tienes que hacer. No sirve de nada que te encierres en ti mismo, que te regodees en lo que ha pasado, que te flageles mentalmente por lo que podría haber sido. Además, ten en cuenta que si tú sufres los que te quieren lo hacen contigo. Por mucho que trates de disimular, lo ven y lo sienten. Así que hazlo por ti, hazlo por ellos. Levántate e inténtalo de nuevo. Porque ¿y si esta vez sale bien? Ahora sí: el éxito te espera.

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